Bernardo Sartier
El Príncipe de las Bateas
Yo era el único celtista de Pontevedra que, folio entre las manos, se ponía en Ponte Bolera el día de partido en Vigo. Era auto stop pero le llamaban "hacer dedo", aunque en mi caso fuese "hacer folio", que nunca me gustó enseñar el pulgar. Eso era en los setenta. "Balaidos", se leía en aquel papel. Así me ahorré mucho en Ferrobús y conocí a Rafa abuelo, que era la bondad hecha cámara en el túnel del Malvar, donde tenía su estudio de fotografía.
El Coruña -siempre fue el Coruña, el Depor es invento de hodierno- vendió su alma al diablo para ganar una liga. Y la ganaron, sí, pero comprometiendo su economía de por vida porque no terminarán de pagar su calote hasta dentro de veinte años. Si no sucede antes algo peor que no deseo, como la desaparición. Los deportivistas deberían erigir una estatua ecuestre a Lendoiro, pero sin jinete. Personalmente no tenía dudas. Ganaría el Celta. Cómo carallo no va a ganar un equipo que tiene el cielo gallego como color de su elástica, responde al nombre de una raza y exhibe en el pecho, por escudo, la cruz del patrón de España. Cómo no iba a ganar quien engendró en su seno a Quinocho, que por defender los cuatro duros del club de sus amores se dejó apuñalar el corazón por unos cabrones.
Dicen que los celtistas llaman a los del Coruña turcos y cascarilleiros y ellos a nosotros portugueses. Bien. Los ofendimos con un penalti inexistente a Alvelo que les costó un ascenso, es verdad. Pero antes Pardo le había partido la tibia y el peroné a Juanito Del Cura, otra verdad como mínimo tan dolorosa. Me cuesta perdonar aquello. Del Cura iba a fichar por el Madrid y tuvo que contentarse con la rehabilitación, que es algo parecido a que yo aspire al Cervantes y me den el premio a la tercera mejor filloa en un concurso de crepes. Y llegó el derbi. Y entonces el "Príncipe de las Bateas", o sea Aspas, le calcetó un gol a los blues que se cabrearon mucho porque besó el escudo celtiña. Y qué querían que hiciera ¿Qué lo pisoteara? Si hubiera hecho una banana o una peineta aun, pero que un tío de mi Moaña natal bese el escudo del Celta es como besar a la madre tierra que lo pario a uno. Pusieron a Albentosa a marcar a Iaguito y eso es como poner a Bárcenas de cajero del Banco de España, porque Albentosa no tiene cintura sino la rueda de un tractor. Iaguito se le fue por detrás y la enchufó. Albentosa tiene un sitio entre los superhéroes de Marvel pero con esa envergadura no se puede jugar al fútbol, porque el futbol es un arte reservado a seres casi diminutos, dibujos animados que rompen la cintura a las esfinges. Lo enseñaron Messi y Romario. Un central bueno nunca puede ser altísimo. Goyo Benito, por ejemplo, no era muy alto, tenía entre su dieta tibias y no se le escapaba un delantero.
Así que el Príncipe de las Bateas acabó con la luna de Mel, de Pepe Mel y yo recordé cuando, constante el Hai que roelo, constituía una heroicidad ser celtista en Pontevedra. Nos llamaban catangueños y luego supe que Catanga era una región de África sin civilizar. Las grandes pasiones siempre se fortalecen en territorio comanche en momentos difíciles. Y mientras el Pontevedriña, el otro equipo de mis amores, vencía al Real Madrid mi padre perseveraba, nadando contra corriente, en la fe celtista. Me la transmitió. Y cada triunfo sobre el eterno rival es una misa celeste, una liturgia reposada que se disfruta más que ayer pero menos que mañana, una ofrenda en la que elevamos el cáliz sudista mientras suena la campanilla de la afouteza que menea un querubín recogepelotas.
Ahora ya no nos rompemos las lunas de los autobuses ni se ven pancartas en las que uno, con la camiseta del Coruña, se tira a un cerdo que lleva la del Celta, como vi yo en Riazor en los noventa. Ahora solo nos odiamos cariñosamente o nos respetamos con odio razonable, que no va más allá de desear que sea una equis o un dos si el rival juega en casa y un uno, siempre, si juega fuera. Coruña es preciosa y en el "A la brasa" me calceté hace dos años una de las mejores lampreas que recuerdo. Luego ganamos y no necesité Flatoril para hacer la digestión porque me la facilitaron los goles de Charles y Larrivey. Deseo al Coruña lo mejor. Y lo mejor es que permanezca en primera. Así no podrán privarnos, la próxima temporada, del inmenso placer de volver a derrotarlos.