María Biempica
Tocarnos el alma
Somos muchos los afortunados que presenciamos a lo largo de nuestra existencia pequeños milagros convertidos en momentos inolvidables que nos tocan el alma.
Situaciones que en un principio presentimos anodinas se convierten por arte de magia y cuando menos lo esperamos en placenteros instantes que nos acarician el espíritu.
Y la verdad es que son escasas las personas que nos tocan el alma. Ya que muchas nos entretienen y nos alegran; otras nos sorprenden o nos ilusionan; nos despiertan el ánimo, nos desvelan o nos aman. Algunas las admiramos por sus cualidades, por su ingenio o por su particular manera de vivir la vida. Las que menos, y afortunadamente, nos sacan de nuestras casillas o nos revuelven el karma.
El que consigue hacerte vibrar con su mirada, con una sonrisa o con un revolcón, también tiene su mérito.
Pero el que durante apenas unos minutos consigue tocarte el alma, a ese le debes la vida y ese sentimiento se convierte irrevocablemente en uno de los más poderosos de los que podremos poseer a lo largo de nuestras efímeras vidas.
Un alma gemela no se encuentra tan frecuentemente, por lo que una vez descubierta tendremos que hacer todo lo posible por conservarla cerca o cuanto menos, intentar disfrutar de este nirvana lo máximo posible.
Este sábado me reconcilié con la gala de Eurovisión que tantos disgustos nos ha dado, pues creo recordar que desde los once años no me transmitía nada. Y volví a sentir la música. Y me sentí orgullosa por nuestros vecinos portugueses con su canción "Amar pelos dois" interpretada por el conmovedor Salvador Sobral y la sensual voz de su hermana Luisa, mostrando a toda Europa por qué el fado es fado y nos estremecemos al descubrir nuestra propia soledad y nostalgia.
Y sí, también ellos dos nos tocaron el alma. Y es que me han hecho creer, aunque sea por un instante, que quizás "o meu coraçao pode amar pelos dois".