Beatriz Suárez-Vence Castro
Santa Rita
El fin de semana pasado la parroquia de Salcedo celebró sus fiestas patronales en honor a Sta Rita. En Pontevedra, con tal motivo, se estuvieron escuchando salvas que sonaban como cañonazos desde primera hora de la tarde del sábado 20 hasta última hora de la tarde del lunes 22. Soy muy respetuosa con este tipo de celebraciones y tengo especial simpatía a Sta Rita por ser patrona de las causas imposibles y un cariño también especial a Salcedo porque tengo alumnos de esta zona.
Pero además tengo una necesidad importante de descanso, como todas aquellas personas que trabajan de lunes a sábado, y una perra adoptada de una perrera de otro concello pontevedrés, que es especialmente sensible a los ruidos. Todos los animales lo son pero los perros que han sido maltratados por cazadores y utilizados para hacer prácticas de tiro con escopeta, como es el caso de la mía, sufren ataques de pánico cuando escuchan cualquier ruido que les recuerde a un disparo.
Vivo en un piso pequeño de la Calle Eduardo Pondal y si mi perra no descansa, yo tampoco.
Era tal la intensidad de las salvas el domingo que tuve que cerrar todas las ventanas de mi casa, a pesar del calor que hacía porque parecía que la estaban bombardeando con bombas de verdad. Si a esa distancia sonaban así, no puedo imaginar la potencia que realmente tienen. La última salva del día anterior, sábado se escuchó a las once y media de la noche y la primera del domingo a las nueve menos veinte de la mañana. No me hizo falta despertador.
Tengo la inmensa suerte de poder desplazarme a la zona de playas con mi perra, ya que fue lo que me vi obligada a hacer dada la situación, pero pensaba en la gente que, por ejemplo sufriendo un ataque de migrañas en ese momento, no podía hacer lo mismo que yo. O en los padres con hijos especialmente sensibles al ruido.
Cuando abrí mi academia de idiomas en la ciudad tuve que rellenar varios papeles y pagar por el trámite correspondiente para conseguir la licencia de apertura. Entre ellos se encuentra una declaración que tiene que ir firmada por arquitecto conforme a la cual se acredita que en el local que he alquilado, no se sobrepasa el número permitido de decibelios para no llegar a ser considerado causa de contaminación acústica.
Si yo, para poder ejercer mi profesión, tengo que someterme a esta normativa por parte del mi ayuntamiento, requisito que no me importa cumplir si así lo establece la ley aunque una academia de idiomas nunca llegue a un nivel sonoro que pueda perturbar la convivencia, me parece una falta de respeto y una auténtica tomadura de pelo que luego, en mi tiempo de descanso, ese mismo Concello permita que tenga que sufrir ( no solo yo si no todos los demás vecinos) un nivel de ruido que supera en mucho la tasa limitada para el local donde trabajo.
No entiendo porque - no solo en el caso de esta celebración a la que me refiero porque sucede con todas las fiestas de los pueblos y ciudades incluidas "las Peregrinas" pontevedresas con toda su pirotecnia- se permite contaminar acústicamente un espacio público, cuando en cambio para poder trabajar tienes que ceñirte a una normativa.
No ocurre únicamente con las fiestas. El nivel de ruido que soportamos diariamente es altísimo. Un estudio reciente advierte sobre la escasez en la sociedad actual de dos elementos importantísimos para nuestra salud: el descanso, especialmente las horas de sueño y el silencio.
A mí me sucede en ocasiones que, estando mis alumnos haciendo una prueba de audio dentro de la academia, que está a pie de calle, los gritos de la gente que pasa no les dejan escuchar la grabación. No me refiero solamente a niños que lloran, que es algo que no se puede evitar, si no a personas que pasan sosteniendo una conversación telefónica por su móvil a grito pelado, una madre o un padre que llama a su hijo o gente que habla de un lado a otro de la plaza u operarios que gritan en una obra cercana. Son mis propios alumnos los que me piden que cierre la puerta porque no pueden concentrarse, sin darse cuenta de que la puerta está, la mayoría de las veces, cerrada. Es tal la intensidad del ruido que parece que tenemos a la gente gritando dentro del local.
Si esto pasase en cualquier otro país de Europa (quizá exceptuando Italia) el comportamiento que se consideraría extraño sería el de la persona que provoca la molestia con el ruido, no el de la persona que se queja por las molestias que le ocasionan. Aquí es al contrario. Siempre te encuentras con un "no es para tanto" o "eres una exagerada".
No entiendo tampoco como, desde los ayuntamientos, se fomentan las adopciones de perros de las Protectoras y luego se permite, sabiendo lo que sufren la mayoría de estos animales que tienen un pasado de malos tratos con los ruidos extremos, que sean sometidos a un nivel de ruido insoportable para ellos y para sus propietarios, que se ven impotentes para aliviar su sufrimiento. Hace no mucho un perro murió de un infarto por tal motivo. Me parece otro ejemplo más de hipocresía política: Promuevo adoptar perros abandonados, que queda muy bien, pero luego no me preocupo de facilitar su adaptación fuera de las perreras.
Tras el fin de semana de bombardeos que sufrimos mi perra y yo (contra los ruidos que tienen que soportar mis alumnos no puedo hacer, lamentablemente, nada) me puse en contacto con la asociación de vecinos de Salcedo, a la que solicité, para no tener que recurrir a una medida más expeditiva que el año que viene cuando lleguen las fiestas de su patrona, sean más comedidos en el uso de las salvas y a poder ser también en sus horarios y duración. Tengo que decir que me contestaron inmediata y educadísimamente. Me dijeron que no podían hacer nada porque del asunto en cuestión se encarga una Comisión de Fiestas, creada para la ocasión y que ellos no les conocen pero que intentarán hacerles llegar mi reclamación.
Me dirigí también a la Policía Local de Pontevedra para que me informaran de los trámites a seguir, si llegado el momento tuviese que realizar una denuncia. Me informaron de que debería dirigirme o bien al Ayuntamiento o a la Subdelegación de Gobierno. El problema es que en ninguno de estos dos organismos saben cómo gestionar este tipo de quejas. Me va a quedar solo la defensora del Pueblo, que en su visita a Pontevedra nos informó de que para ella no hay queja pequeña. Sin embargo confío en no tener que llegar a ello.
Hay estudios que demuestran de qué manera afecta la contaminación acústica de cualquier tipo: vecinos ruidosos, gritos, petardos, salvas, escapes libres (prohibidos desde hace no mucho en la conducción), etc. al cerebro humano.
En España es un tema del que no se habla porque no conviene: el español es ruidoso por naturaleza. Habla a gritos, usa el claxon en plena calle para saludar a un conocido o canta en un bar lo que le da la gana, aunque cante fatal.
No se trata de hacer voto de silencio, la fiesta es necesaria y la música un arte, pero el ruido es molesto y no contribuye en nada a amenizar la existencia. Todo lo contrario: la amarga y provoca daños.
Igual que hemos empezado, aunque haya sido tarde, a preocuparnos por el problema que supone para el planeta la contaminación ambiental, tenemos que tomar conciencia de los graves daños que la otra contaminación: la acústica, causa en el individuo, especialmente en niños y jóvenes expuestos a un nivel de ruido demasiado alto o en personas con patologías que les hacen especialmente sensibles al mismo. Sin pensar en trastornos mayores como el autismo, que causa intolerancia a los ruidos, cualquier enfermo de migraña puede tener un brote debido a un ruido más fuerte del nivel normal. Las migrañas son una afección por desgracia tan frecuente que casi todos conocemos a alguien aquejado de ellas.
Independientemente de todo ello, deberíamos preguntarnos si celebrar una fiesta sea religiosa o laica lanzando cañonazos durante tres días aporta algo a la celebración o se podría gastar ese dinero, que se invierte en ruido, dándole otro destino, para mejorarla, modernizándola con nuevos alicientes más acordes con los tiempos actuales que, además de hacer disfrutar más a quienes la celebran, no perjudique a quien no participa en ella.
Espero que al menos Santa Rita me entienda.