José Benito García Iglesias
Los médicos de pobres (primera parte)
En esta vida hay personas que son tremendamente queridas y apreciadas por la sociedad por su calidad profesional, debido a su buen hacer, dedicación y su esmero; otras lo son por sus cualidades humanas, gracias a su honestidad, nobleza y rectitud; y otras lo son por su trato cordial, afable y de amistad.
En nuestra ciudad hemos tenido vecinos que reunían esas tres "virtudes": calidad profesional, cualidades humanas y relaciones personales, y como no podemos referirnos a todos ellos, nos centraremos en cuatro ilustres personalidades componentes de lo que comúnmente se pasó a denominar "médicos de pobres".
En épocas en que la sanidad pública era inexistente o cuando todavía estaba muy limitada en cuanto medios humanos y técnicos, los ciudadanos tenían que acudir a las consultas de médicos privadas, y eso para las clases de la sociedad más desfavorecidas a veces era casi inalcanzable, y era aquí donde surgían los llamados "médicos de pobres".
Profesionales de la medicina que anteponían el sagrado deber de atender a un paciente por encima de cualquier otra premisa, sobre todo y por desgracia, la económica. Y así en ocasiones no se les cobraba, se les cobraba una tarifa muy reducida e incluso se aceptaba el pago en especies.
Entre estos médicos se encontraba D. Celestino López de Castro, médico muy querido por los pontevedreses y por los vecinos de los pueblos cercanos, a quien procesaban gran afecto.
Fue merecedor de un voto de gracias y así aparecía relatado el 3 de junio de 1901: “La comisión acordó consignar en acta un voto de gracias al médico de esta capital D. Celestino López de Castro, por su ofrecimiento de vacuna antirrábica gratuita para los pobres de esta provincia.”
En una noticia publicada en el Diario de Pontevedra el día 17/9/1919 se daba la siguiente información: “El Rey ha otorgado al distinguido doctor en Medicina y Cirugía D. Celestino López de Castro, la Cruz de Beneficencia de primera clase, con el distintivo morado y blanco, por sus activos servicios, realizados con abnegación y altruismo, durante la epidemia gripal que recientemente invadió esta provincia. Reciba nuestra enhorabuena”.
Otro abnegado y magnánimo galeno fue D. José Cuiñas Portela, nombrado, en junta general en noviembre de 1918, médico de la Asociación Protectora del Obrero de Pontevedra.
Hombre humilde y sencillo como lo fue su familia y como lo fueron las gentes que atendió en su vida profesional, los miembros de la Asociación Protectora del Obrero y las familias del Gremio de Mareantes, así como los agricultores de Cotobad, de donde era natural (Viascón) y los alrededores de Pontevedra, lo mismo que los enfermos del Hospital Provincial y los estudiantes de la Escuela Normal de Magisterio Primario, entre otros muchos.
Con motivo del homenaje que le había ofrecido la Asociación Protectora del Obrero, en septiembre de 1947, escribiría tiempo después Viñas Calvo en el Semanario Ciudad, de Pontevedra: “…Trazo estas líneas sobre el entusiasmo de mi acercamiento a estos hombres que alcanzan el privilegiado respeto popular, sin la típica gravedad afectada, ni ventajosos emplazamientos. No necesita este fiel colaborador del deber, éxitos elaborados en el favoritismo. Don José Cuiñas Portela vive en un alto concepto de su misión que le sitúa en el lugar que honrosamente le corresponde. Y, en efecto, esta posición humana y serena, de amplia capacidad y sobria sencillez, le aseguró un puesto en la sana popularidad de nuestro pueblo…”
Los moradores de la vieja Moureira sabían muy bien de su callado trabajo, como sabían muy bien que su figura llevaba el consuelo y el remedio a los hogares que visitaba. Por ello solicitaron que se le concediese una condecoración y se le diese su nombre a una de las calles del barrio, como prueba de agradecimiento y de veneración que hacia este ilustre médico sentían las gentes del mar.
De eso pasaron más de cincuenta y cinco años, desgraciadamente no se le concedió condecoración alguna, y eso ya no tiene remedio. Pero la calle, que también cayó en el olvido, aún sería posible, máxime cuando alguien tan indeseable como un pirata, en ese barrio tiene dos.
Continúa…