Beatriz Suárez-Vence Castro
N 236
La carretera, convertida en trampa mortal para tantos portugueses, es de esos sucesos que te obligan a reflexionar. Especialmente cuando creemos que somos dueños de nuestra vida y de que la llevamos mucho mejor que el vecino de al lado al que consideramos un fracasado porque no ha hecho nada "útil": No tiene un buen trabajo ni un buen coche o ni siquiera ha "formado una familia".
Hemos oído tantas veces eso de que la suerte es para el que se la trabaja que nos lo hemos creído y hemos caído en muchas ocasiones en una soberbia insufrible. Hasta cuando hemos padecido una enfermedad grave de la que nos hemos recuperado, osamos decir que han sido nuestras ganas de vivir las que nos han salvado.
El azar está tan presente en nuestras vidas, que solo un momento nos salva de la catástrofe. La razón no la sabemos, pero no es, seguro, que seamos más listos o mejores personas que los demás. Cuidado con pensar que hay cosas que a nosotros nunca nos pasarían o que nuestros hijos nunca harían.
El mundo no es justo porque la experiencia nos demuestra algo tan sencillo como que a la gente buena le pasan cosas malas y a la gente mala le pasan cosas buenas. Cuanto antes lo entendamos, mejor. Eso no quiere decir que no debamos ir por la vida haciendo el bien o que no debamos esforzarnos en conseguir nuestras metas, pero siempre desde la humildad que debería darnos saber que hoy estamos y mañana no y, que nada importa más que ser persona. Ni el prestigio, ni tener la casa más grande del vecindario, ni trabajar más que nadie, ni ser más guapo. Ni sacrificar el tiempo del que disponemos dedicándolo a labores que no son realmente tan importantes. Ni yendo siempre con prisa para llegar a todas partes, sin disfrutar el camino.
Hace unos días, una amiga comentaba en un post, después de enterarse del pavoroso incendio forestal que alcanzó la carretera portuguesa, que tan solo tres días antes, ella regresaba a Galicia desde Extremadura con su hermana, por una carretera, la IC8 que va a dar directamente a la Nacional 236, ya conocida como la carretera de la muerte, en el triángulo que forman los municipios de Figueiró dos Vinhos, Castanheira de Pêra e Pedrogâo Grande .
Tres días que han cambiado todo.