Marisa Lozano Fuego
Odio hacer el amor
Lo odio. Odio fabricarlo, mentirlo, ponerle esa serie de máscaras que confundimos con pasión. Odio hacerlo y ponerle cánones, vetos, reglas, marcarle géneros y yugos. Casarlo. Morirlo. Enterrarlo. Odio hacer el amor cual plastilina, dejar que nos lo hagan, que nos lo vendan. Como un reggaeton, como un tanga, como una epidemia.
Venga, llevan siglos plagiándolo. Abrid los ojos. Sabéis lo que es.
Lo que de verdad es. Todos esos mitos, mentira. Para que los almacenes se forren. Para hacer un culto a San Valentín, a Disney, a todos sus muertos. Es para que las niñas sufran. Que no, que no duele, no sangra y no se somete a rebajas. Que no tienes que ser delgada, rica. Que no tiene una edad, un rostro, una herida. Que no, que al amor no se le desecha si está roto en pro de un modelo mejor. Que, no, hombre, que no importa si esta noche te sientes solo. Puedes hacértelo en vez de comprarlo envasado en brazos vacíos.
Odio hacerlo y que me lo hagan a la fuerza, con mentiras, con sexo. Las hormonas nunca tuvieron voto. Ni garantía. Ni eternidad. Me gusta que el amor me haga. Así, despacio, rabia, lento. Como una brisa o una hoja. Como un suicidio de latido. Me gusta que me haga valiente, y puzzle de otros labios, o que me haga niña, persona. ¿Por qué tener yo la autocracia? Nunca sé por dónde empezar. No sé hacerlo, no sé montarlo, se me resbala entre los dedos. Nunca responde a expectativas. Me estrangula, perro, me estalla. Cupido no tiene una flecha, sino un bazooka financiado. Financiado por la inocencia.
Cuán letal. Qué fantástico. Puedes calcinarte, o ser grito, puedes ser pétalo o paloma. Morir chispitas, vivir agua.
Porque la culpa y consecuencia es suya, te rompe el manual de instrucciones y te dice “leches, que así no”….Y entonces, cedes al marasmo y a la canción de Aute y le contestas humilde” no, claro, si yo...pasaba por aquí. Tú guías”.
Cuando llega nunca conduzco. Bendigo el no tener carnet.
Odio hacer el amor. Me hace. Soy mano de obra perezosa.