Vicente G. Rivas
Sanidad de Madrid, modelo para Galicia
La sanidad pública está en peligro. No es una frase hecha, utilizada en las manifestaciones de la denominada 'marea blanca' en Madrid o Barcelona. Es una realidad que en algunos lugares se palpa desde hace algunos años. El ejemplo más claro donde se ha visto que uno de los pilares del denostado Estado del Bienestar está en fase de experimentación para su transformación en negocio es Madrid.
Hace años, con fines claramente electoralistas, la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre -ahora en la sombra del poder- decidió construir una serie de hospitales, como si de ampliar (también en muchos casos sin ton ni son) la red de metro se tratara. Como suele hacer la 'lideresa', en contra de la opinión de los expertos en la materia, si es que en algún momento la solicitó, tiró pa´lante.
La génesis de la externalización que ahora venden como absolutamente necesaria fueron los acuerdos con empresas constructoras que se hacían cargo de levantar los edificios quedándose con todos los servicios, a excepción del personal sanitario. Limpieza, análisis, restauración, hasta los parking de pago que incluían algunos proyectos. A cambio, la Comunidad de Madrid paga un canon al año a esas constructoras (en algunos casos en 2010 de alrededor de 18 millones de euros, cantidad que sube cada ejercicio). Las cosas no empezaron bien porque el Gobierno regional, ante la apertura descontrolada de nuevos hospitales (vendidos como de referencia pero a cuya calificación ni se acercan), decidió cubrir las necesidades de personal cerrando centros de especialidades que tan buenos resultados ofrecían, pasando a esos médicos a los centros hospitalarios recién creados.
Es evidente que el megaproyecto tampoco ha funcionado porque, al cabo de un tiempo, las concesionarias han pedido más dinero a la administración. El modelo presentado a bombo y platillo (incluso con material de atrezzo) parece no ofrecer los resultados esperados... salvo para quienes apostaron por esa privatización encubierta (modelo de gestión mixta, lo califican).
Hay cosas que no cambian y, aún a día de hoy, aunque la descentralización es un hecho (a veces un deshecho) y aquel centralismo tan criticado por la periferia quedó atrás, quedan reminiscencias que no cambiarán nunca. De este modo, determinados comportamientos que se dan en la capital del reino, serán imitados en esas provincias dejadas de la mano de dios (el que sea).
En mis viajes a Galicia, durante años (porque lo hecho en Madrid con la sanidad no es de ahora) avisaba de que ese modelo llegaría también y, con él, el desmantelamiento del sistema sanitario público. Su transformación en negocio está a la vuelta de la esquina y se repiten algunos argumentos-coartadas que se dieron en Madrid hace algunos años. El principal, como no, tiene que ver con lo insostenible del sistema, desde las perspectivas económica y de eficiencia. Todavía recuerdo las proclamas lanzadas por Aguirre sobre lo insoportable de las listas de espera. Llego a decir que dejaría la presidencia si no conseguía una demora razonable, datos a los que ni siquiera se acercó pero que maquilló para no tener que cumplir con su palabra.
Ahora el sistema sanitario gallego está en esa fase inicial de dar a conocer sus maldades. Listas de espera, demora en la atención primaria, ineficiencia del actual modelo, necesidad de nuevos hospitales... dejando de lado, una vez más, la opinión y el análisis de los profesionales, los que realmente saben de esto.
No sé en qué etapa se encuentra la transformación del SERGAS. Lo que sí tengo claro es que el modelo que imita es el madrileño en el que prima el negocio sobre la calidad, la gratuidad y la universalidad del servicio. El colapso de las urgencias es otro escalón más. La diferencia que existe con el proceso llevado a cabo en Madrid es que ahora mismo, al frente del Ministerio de Sanidad, está Ana Mato. Se pueden extraer ya conclusiones sin necesidad de hacer más comentarios.
9.03.2013