Rodrigo Cota
Ence
Si usted tiene un hijo que ha nacido o está por nacer a lo largo de este año 2013, puede que tenga 80 años el día que ENCE desaparezca de la ría. Piénselo. Si la amenaza de prórroga de concesión de los terrenos que ocupa la factoría se lleva a término, habremos malvendido el futuro de Pontevedra a casi un siglo vista.
Leímos estos días que en Placeres se encuentran los restos de un asentamiento romano. Sea mansión, villa, ciudad o instalación industrial, viene a confirmar lo que algunos historiadores, desde Claudio González Zúñiga, y más todavía desde Sarmiento, hasta la fecha de hoy, nos vienen contando: que el pasado romano Pontevedra tuvo más importancia que la supuesta por otros.
Entre Lourizán y Placeres, en el lugar de Almuiña, Sarmiento localizó en el año catapún (no me haga buscar la fecha exacta) el primer miliario romano de los varios encontrados en Pontevedra. Pero más allá, mucho más allá en el tiempo, se asentaban en esa misma zona nuestros antepasados prehistóricos que esculpían petroglifos o levantaban mámoas.
Y en esa misma zona donde encontramos buena parte de nuestro pasado, decidió algún idiota levantar un día una fábrica de celulosa. Allí, donde tenemos lo más sagrado de nuestra historia, tenemos también un presente asqueroso y un futuro más que incierto. En la misma comarca en la que los antiguos protopontevedreses ponían las primeras piedras de lo que hoy es esta ciudad, tenemos una fábrica mala, horrible, castradora y contaminante. Y lejos de solventar el terrible error, estamos a punto de perpetuarlo.
Si la amenaza de conceder 75 años más a ENCE a partir de 2018 se cumple, Pontevedra habrá estropeado todo el presente siglo como estropeó buena parte del anterior. Estaremos perdidos. Debemos saber si realmente es eso lo que queremos y lo que necesitamos. Poca fe tenemos en nosotros mismos si creemos que nuestro futuro depende de esa fábrica fatídica.
Lo mejor que ha dado Pontevedra a la Historia lo ha dado sin ENCE. Y desde que montamos ENCE llevamos cargando una mochila a la espalda que nos convierte en esa ciudad absurda que trata de recuperarse inútilmente de siglos de decadencia para volver a ser una muestra de lo mejor de Galicia. Y acabamos mirando a esa zona donde se originó Pontevedra y solamente vemos lastre y humo.
Me pregunto, y deberíamos preguntárnoslo todos, si de verdad queremos acabar con ENCE. Y cuando digo todos, digo todos. Con el alcalde Lores, por ejemplo, a la cabeza. Yo nunca se lo he preguntado, pero quiero hacerlo: "Miguel Anxo, de verdade, de verdade, queres acabar con ENCE?". Porque si de verdad lo quiere, que lo haga. Puede hacerlo: por las buenas o por las malas. No basta con desfilar una vez al año: hay que liderar, exigir, hostigar hasta alcanzar el objetivo. Y ya, sin perder un segundo, porque no deberíamos ni imaginarnos que en el año 2050 ó 2070 esa fábrica pueda seguir ahí.
Yo no sé qué se puede hacer contra la permanencia de ENCE en su actual emplazamiento, pero juro por mi vida que se puede hacer mucho más de lo que se está haciendo. Los constructores de la ciudad de Pontevedra a lo largo de los tiempos, han conseguido retos mucho más importantes, gloriosos y difíciles que deshacerse de una porquería de fábrica. Por ejemplo, levantar mámoas. Si de verdad lo queremos hacer, podemos hacerlo. La pregunta es si queremos o solamente queremos querelo.
12.03.2013