Beatriz Suárez-Vence Castro
Locales de nostalgia
Hace unos cuantos artículos escribía sobre el cierre de unos de los últimos cyber que quedaban en Pontevedra: esos lugares dónde vas si no tienes wifi u ordenador en casa o tu impresora no te quiere lo suficiente y te concectas vía Skype con tus seres queridos. Dobleclick pertenecía a la categoría de locales en vías de extinción.
Hay otros establecimientos que, por desgracia, llevan igualmente la espada de Damocles sobre su cabeza: Los Videoclubs. Si no me equivoco queda solo un par de ellos en Pontevedra.
Recuerdo el primer Videoclub al que fui a alquilar una película como se recuerda la primera tienda de caramelos: Yardley, en Benito Corbal. Tenía dos plantas: arriba música, abajo cine y en aquellos días de camisetas de Snoopy y paga de fin de semana, la mía se iba para su caja.
El dueño además te aconsejaba sobre lo que estabas llevándote y resolvía cualquier duda que tuvieses. Yardley fue quizá el primer cierre de negocio que me dolió. Aunque por supuesto la adolescencia no está para plantearse nada consistente más allá de tu mundo y amparada por esa especie de egocentrismo natural que nos acompaña a todos cuando las hormonas empiezan a actuar, me dolió lo justo.
Sin embargo de aquel Yardley me quedó impreso el gusto por los videoclubs. Pagar por cines es para mí uno de los dineros mejor invertidos. Por el bueno, claro. Varios locales siguieron a aquel a donde iba con más pena que gloria. Y acababa entrando en los Fylcines el último reducto de cine independiente que hubo en nuestra ciudad.
Los videoclubs están sufriendo más que otros negocios la competencia de las nuevas tecnologías y la posibilidad de descargarte películas cuando y donde quieras con tal de que tengas un ordenador y un mínimo de conocimientos. Pero aunque parezcan producto de otros tiempos siguen teniendo su público.
Soy socia del Videoclub San José, situado en Campolongo y allí se me puede encontrar con mi perra, muy concentradas ambas. Yo en lo que me ofrecen las estanterías y Nora en lo que le ofrece Ana, la dependienta, que es uno de los amores de mi podenca, tan necesitada de atención. Ana la llena de caricias y le da golosinas para perro con infinita paciencia y sonrisa perenne. Además de atender los requerimientos -más constantes de lo que me gustaría- de mi perra está siempre dispuesta a aconsejar al cliente sobre cualquiera de las películas y conoce lo que cada uno necesita.
Este amor que yo tengo a los videoclubs se alimentó este sábado con un descubrimiento de esos en los que el refrán "nunca es tarde cuando la dicha es buena" alcanza su máxima expresión. Está tan alejado de mi zona de actuación todo lo lejos que se pueda estar en una ciudad pequeña que en los diecisiete años que lleva funcionando nunca había entrado, a pesar de que varios amigos me habían hablado de él: el videoclub Max Video Digital en Paseo de Colón.
Tengo debilidad por el cine clásico y allí he encontrado como llenar ese espacio que faltaba en mis días de cine en casa. Considerado como uno de los tres mejores videoclubs de España, no solo tiene lugar para el cine clásico. Documentales, Cine de autor, Cine negro, western, Ciencia de las secciones habituales de novedades y otros géneros más accesibles se encuentran entre su amplia selección que de manera tan sabia ha hecho Isa, la propietaria para su disfrute particular y el de todos los amantes del cine. Ella disfruta entre películas, sabe y aconseja. Encuentra para ti lo que, después de hacer un perfil del cliente sin que se note mucho, te puede gustar. Especialista en Cine Negro y Clásico, lo sabe casi todo sobre directores, actores y actrices y tiene en su local auténticas joyas difíciles de encontrar en otra parte.
Yo he comenzado llevándome "Hojas de Otoño" una película del año 1956 dirigida por Robert Aldrich y protagonizada por Joan Crawford en una de esas interpretaciones que se recuerdan toda la vida. Imposible haber tenido acceso a semejante obra tan fácilmente si no fuese por la extraordinaria oferta que este pequeño gran templo de cine nos brinda a diario.
Imprescindible ya, en mi hoja de ruta. Espero que contra todo pronóstico el local de Isa tenga todavía por delante una fructífera y larga vida.