Marisa Lozano Fuego
¿Quieres rollo?
-¿Quieres rollo?
-No, tranqui, ya tengo aquí un rollo de Scottex. (En el bolso llevo de todo, menos las llaves, fíjate).
El apesadumbrado galán huía de la pista jodido, buscando otra víctima propicia para iniciar su cortejo. Estas eran las épocas quinceañeras, recordáis, donde se bebía esa bazofia del Malibú con piña y una bebida llamada "orgasmo" que ni Dios sabía lo que era. (Y que aún chicos, no lo sé, a ver si alguien me lo enseña, ya sé que de eso no dan clases, pero habría que esmerarse más. Buf, por suerte tenemos manos y no hace falta un Tom Tom).
En aquel tiempo el beso era para mí escatología, una especie de faringoscopia llena de microbios, qué horror.
Yo es que siempre he sido muy TOC, no comparto ni la barra de labios, me pongo un traje de neopreno antes de hacer fornicación. Es que de Durex no me fío y aquí ni Cristo se hace pruebas, la profilaxis no se basa en "cariño, confía en mí". Hiervo en lejía a mi compi de cama, y luego sí, fiesta rachada, pero eso de tragarme babas que saben a Chester, no.
El sexo telefónico es la hostia, higiénico, libre, de todas formas siempre cubro a mi Nokia con un condón.
La política y el sexo, últimamente se me han mezclado, en vez de abstención voto abstinencia, y si me joden...voto NO.
-¿Quieres rollo conmigo?¿Y con mi amigo?¿Y tu amiga quiere?
-Pregúntale a ella, sabes, esto no es comercio carnal.
-Venga, te invito a unas copas.
-No bebo.
-A un piti.
-No fumo.
-A un kebab.
-No como.
-A la cama.
-No duermo.
(Ya de aquella a alguno le costaba entender que NO es NO.)
Zas, maniobra abortada. Es que siempre me dio grimilla ese revolver de lenguas ajenas, os juro que mi primer beso fue traumático a dolor. "Oye, que estamos enrollados, en la facultad no me hables, ya si eso el Sábado nos vemos y nos liamos otra vez". "Que estas son las normas, escucha, igual un día te pido salir".
Y yo preguntándome, "¿a dónde?", mira qué mono, y si no quiero…y qué pasa, qué pasa, jefe, si voy y te lo pido yo. O si salimos directamente y nadie pide nada a nadie.
Qué bien, claro, cariño intentaré estar en casa, por si llamas (de aquella no existían los móviles).Yo reservándome veinte años para un beso como el de Titanic y ya ves, me ofrecen un pacto de fascismo salival.
Pero el puteo ya viene de antes, lo mío con el amor es tragicómico. Mi primer novio tenía cuatro años (de aquella yo cinco, eh, no penséis que soy Nabokov).El muchacho y yo llevábamos mandilones azules y nos los poníamos en la cabeza para jugar a Superman. Yo le llevaba chuches y (esto lo negaré toda la vida) según mi madre sonaba sus mocos. Ya me venía de serie el complejo de Wendy, el rollo es que el día que no le llevé nubes su cabreo fue colosal. Resolví subsanar el fallo vistiéndome de princesita, toda volantes y vuelos rosa, en el carnaval del cole, y él iba de pastorcillo, fueron unas fotos geniales. Lo sentí como un compromiso. Parece que él también, vino a mi cumple y me regaló unos gatos de porcelana. Eran horrorosos, pero eran suyos. Además se metió en la casita de cartón que había construido mi padre, a mi lado, me sonrió y soñé con un futuro común (a los cinco años te crees que unos gatos son garantía y que la felicidad reside en una caja de cartón).
Le escribí una carta de amor halagando sus "Berdes Hojos" (siempre he sido muy becqueriana), y puse en el centro un corazón naranja, verde, violeta. Me lo curré, me lo curré la hostia, joder, se trataba de mi churri.
Me influyó una película llamada "Margarita y su amor", o alguna lindeza por el estilo. Margarita no se depilaba y el protagonista de doce años miraba sus axilas con fervor. Entendí que el amor está en los pequeños detalles.
Le di a mi churri la carta, esperando una respuesta, o un anillo de regaliz. Joder, llevábamos tres meses, ya era hora de comprometerse. Se la metí doblada (en el mandilón).El muchacho trató de descifrar los caracteres, pero en el cole de monjas aún le habían enseñado la hache. Así que lo de los Hojos le confundió.
Al día siguiente me aparecen sus hermanas (dos gigantas de doce años) dándome caña en el autobús…
-¿Te gusta Perenganito, eh? ¿Es guapo, no? Aaaay qué mona…
(Bastardas, leer cartas ajenas es invasión de intimidad).
Las hijas de Satán rompieron mi inocente corazón.
El muchacho actuó deprisa. En nuestra próxima cita (Campolongo, sí buscar tréboles, todos los hallaba de cuatro hojas, ahora no encuentro ni uno y tampoco me toca la loto, la suerte involuciona mucho) abordó el tema con delicadeza.
Me espetó que era su novia y trató de levantarme el vestido, un vestido de esos de flores con el que parecía un pastel.
El muy sinvergüenza me expresó su oscura intención de "verme el culo".
Supongo que no había visto la misma peli que yo.
De mi boca salió la frase:
"¡Cochino! ¡A Espinete pongo por testigo, no quiero volver a verte en mi vida!" . (Yo de aquella era muy Scarlett, pero no conocía las órdenes de alejamiento. Sabía que estaba mal y punto, hay otras formas de ligar).
Le pedí los soldaditos de plástico, uno de mis últimos regalos. Aún me los debe. No es el único. Pero bueno, no pasa nada, la guerra nunca me gustó.
Creo que apunté una bofetada, seguro, fue bueno esquivando. Quizá no. Hace muchos siglos de esto.
Me indigné y jamás volví a dirigirle la palabra.
Eso marcó todas mis relaciones futuras, de suerte que aprendí varias cosas:
-Si escribes una carta de amor, no menciones los Hojos Berdes. Ni pongas corazones. Se les sube la hostia.
-Mejor, no dejes nada por escrito (nunca sabré si algún día esta carta puede aparecer en Sálvame).Apunte: alguno también ha dejado cosas por escrito. Qué pena que yo ahora sepa un poco más de derecho. Pero vamos a calmarnos, eh, que hay golosinas para todos. Se compran a granel, de besos ya no hay existencias.
-Sonar mocos no es garantía de eternidad (años después le veo con otra novia, cómo se atreve, qué pronto olvidó mis cuidados, sea usted Wendy para esto).
-Levantar faldas, pedir rollo, todas esas cosas NO son técnicas adecuadas si te quieres currar un corazón.
-Mentir amor en una semana, en un día, en una palabra, es MENTIRA, con cinco años y con cien.
-Poner los cuernos solo vale en un disfraz de Carnaval.
-NO es NO con cinco años, cuarenta, aquí y en la China.
-Algunos hombres solo quieren golosinas y sexo, está en el ADN, desde peques, es lo que hay.
Con el paso de las Primaveras este patrón se repitió de forma constante, cíclicamente (cambiando golosinas por mencías y pulpo a la gallega, Marisa mami, Marisa monedero, Marisa romántica y regalando rosas blancas, y peluches y tonterías, y recibiendo amenazas de amor.)
Marisa con el corazón partío. Pero qué Marisa tan perra, qué poco Eva y qué mucho Lilith, qué desagradable manía de amar un poco más que tú.
Qué Marisa tan indecente que en vez de un churri tuvo varios, qué chulo que alguien se haga pajas mientras amenaza tu voz.
Así pues, a nadie le extrañe que no escriba cartas de amor o no me crea ciertas palabras. Y tampoco que me agote tanto intentar ser moderna y que la onda no me mole. Sigo sin querer rollo y sigo queriendo creerme que si alguien te dice te quiero, joder, es que te quiere.
Y que las lorzas, las estrías, y las axilas son hermosas, y ellos aman estas bellezas, y si no, pues no es amor.
Y te cansas de mentir besos o besar ranas, y sobre todo te agota que tu saliva, tus golosinas y tu inocencia se queden prendidas del recuerdo de algún mastuerzo que un día, hace mucho tiempo, hace poco o para siempre, juró que te amaba.
(Los gatitos me los cargué, ese estrellaron contra el suelo, fue una catarsis placentera, odio la porcelana rosa).Odio el rosa en general, los Frigo Pie me intoxicaron.
Nota: esta historia puede ser fruto de la ficción. Los Hojos podrían ser marrones, azules o amarillos. Jamás escribo para lastimar, lo siento, tenía que soltarlo. Era un episodio pasado, un patrón que debo cambiar. Un patrón que cambiaremos cuando sepamos que un beso es un beso, un NO es nunca y un corazón no es gominola.
Y si alguna de mis intimidades circulase por el ciberespacio , o si alguien juega conmigo y no es a las canicas, o si algunas de mis amigas es lastimada con dolor…qué pena, qué rabia, cariños, pero lo tendré que escribir. Como alguno ha escrito lindezas con las que se ha coronado, protegidos por el anonimato, yo también soy Jekyll y Mister Guay.
Venga, ¿vamos a denunciarnos? ¿lo arreglamos con un café? ¿Vivimos con miedo? YA NO. Venga, somos valientes, esto no es la guardería, aquí se va de frente, ¿sí? Y como nadie da la cara esta batalla será eterna, hasta que yo o alguna otra oiga la palabra "perdón" .
Ya no llevo faldas con vuelo. Ya no sueno mocos. Ya no escribo con faltas. Y ya no tengo cinco años. Y vosotros, churris, tampoco.
Hoy en el rollo mando yo.
Se os quiso.
Firmado:
La chica con lengua.