Manuel Pérez Lourido
Los espetos y el senado
Leo un titular (la culpa ya es mía por leer esas cosas) : "El senado se vuelca con el espeto de sardinas". Y a continuación del estupefaciente enunciado se explica que sus señorías aprobaron una declaración institucional para que el Gobierno apoye y defienda la inscripción de la candidatura del espeto de sardinas en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), un rango que poseen algunos platos.
Todo un detalle el de los senadores. Se ve que, hartos de recibir todo tipo de ataques, pullas y diatribas poniendo en tela de juicio su función dentro de una democracia del siglo XXI, se han estado estrujando el cerebro para aportar algo al bien común. Y así han ido a parar a los espetos. Esos políticos que no han encontrado acomodo en otro tipo de listas o a los que hubo que retirar de escena sin su consentimiento o a quienes el partido se vio obligado a recompensar los servicios prestados, ahora pasan los días y las horas de esos días pensando en espetos de sardinas.
No sé ustedes, pero uno no se imagina cómo podríamos vivir en este país sin el Senado. O sin las Diputaciones, pongamos por caso. Seguro que hay quien opina que estas y otro tipo de instituciones operan más como chiringuitos donde colocarse que como piezas efectivas del sistema político y que sus funciones podría ser perfectamente asumidas por otros organismos con el correspondiente ahorro al erario público. Craso error. Por ejemplo: ¿quién velaría por los espetos de sardinas?, ¿quién lucharía por su buen nombre?, ¿quién se volcaría para que ocupasen el lugar que se merecen? ¡Qué fácil resulta criticar!
Aunque, eso sí, si hubiese que elegir en el improbable binomio espetos-senado, servidor tiene muy claro con qué se quedaría primero.