Juan de Sola
Suplantación al volante
Llegó y se adueñó de un espacio público que no le pertenecía. Uno de esos lugares pintados de azul que nos recuerda a una mayoría la suerte de no vernos obligados a convivir con una discapacidad o una limitación en la autonomía personal. Aparcar el coche en una plaza habilitada para facilitar la integración social a aquellas personas que no cuentan con las mismas capacidades del resto es similar a pisar un cable de alta tensión conectado a la red. Seguramente, acabaremos electrocutados de insolidaridad, como mínimo.
Pero resulta más indignante trazar un plan de suplantación de la realidad para utilizar discrecionalmente una tarjeta que autoriza estacionar en plazas, privilegiadas a primera vista, diseñadas con la finalidad de insuflar un mayor número de oportunidades a quienes, desgraciadamente, las perdieron por el espinoso camino de la vida.
De forma reiterada, en pleno centro de la ciudad, dejaba su vehículo durante varias horas laborales (afortunada ella por conservar un codiciado puesto de trabajo) sin abrir la puerta a un básica sensibilidad humana. Jornada tras jornada, la jugada salía bien y se acabo convirtiendo en una alternativa "muy cómoda". Hasta que una sospecha de la policía local de Pontevedra concluyó con una fructífera investigación ante lo que puede considerarse un fraude de ley, ético y moral.
Una conductora, no residente del municipio, hizo de lo ajeno una propiedad de libre disposición. Tanto es así que fueron necesarios varios días para determinar que estaba siendo autora de una bribonada al volante. La usurpación de unos derechos sociales tuvo un corto recorrido en el tiempo.
Aunque cabe esperar la pertinente sanción administrativa de 600 euros, porque a nivel penal no hay nada que rascar con el actual código de circulación en la mano, parece más conveniente un castigo vinculado a Trabajos en Beneficio de la Comunidad con colectivos afectados por sus acciones directas
5.04.2013