Alexander Vórtice
El Madrid de Jabois
Se va Manuel Jabois a Madrid cual vaquero ávido de un delirante duelo al amanecer, y no me cabe la menor duda de que allí acabará hipnotizando con sus escritos a un gran número de lectores. Estoy convencido de que hará circular sus letras con giros de tinta que no caduca ni se educa, hasta que los madrileños sepan aún más sobre su talento, sobre sus gafas de sol made in Sanxenxo y su retranca de aguardiente con chorros de piedra ablandada gracias a la lluvia de los siglos. Jabois fue una joven promesa que lidió tenazmente para convertirse en un tipo que ahora transitará por las calles añejas de la capital de España, yendo de un sarao a otro, tal vez también a alguna tertulia televisiva, y siempre blandiendo su pluma galaica, acreditando con sus letras la evidencia de que la promesa dejó de ser tal, para mudar en una realidad absolutamente tangible, legible y creíble.
Yo no sé qué pasa con los escritores con talento, pero el caso es que cuando despuntan y se ponen a dormir la siesta, enseguida despiertan en Madrid, Barcelona o Granada, como si tal cosa, como si de una especie de maleficio etimológico se tratara. Es como si el mayor esfuerzo fuera dejar de ser un fulano de provincias para convertirte en un señor de capitales. Sin embargo, el que puede, puede y Jabois ostenta el don de hacer que sus columnas comiencen a ser leídas en Pontevedra para inminentemente ser repasadas en cualquier otra zona de España, más que nada por lo del ADSL y la cobertura móvil. ÿl, en cierto modo, ya vaticinó lo esperable: "A veces creo que lo que quiere hacer alguna gente es llevarme a Madrid como a una cena de los idiotas, para presentar un ejemplar de paleto perfecto, bien cebado, sin mancha. Además, siempre cuento que las únicas veces que pisé Madrid fue para cubrir manifestaciones, así que supongo que esperan que me baje del autobús a gritos contra Fraga, y ésas no son maneras de entrar en Madrid". Aunque en Madrid -ese Madrid invivible pero irreemplazable donde el terciopelo habita en las esquinas más nauseabundas y novelescas- también se puede entrar de puntillas y salir con los brazos abiertos cual boxeador troquelado a base de adulaciones y cornadas, ya que Madrid también es una provincia, por mucho que algunos testifiquen lo contrario. A Madrid le sobra espacio para un tipo de apellido Jabois cuyo domicilio literario en el oleaje de la playa de Silgar. Jabois se va, ya se ha ido, como en las películas del Oeste
Siempre me ha dado lástima observar cómo las ciudades se vacían de gente joven y se atiborra de personas desfallecidas a causa de la senectud, el reumatismo y los juanetes. Yo, personalmente, le deseo lo mejor a Jabois, más que nada porque es de bien nacidos ser agradecido; aunque, si tuviera que suplicarle algo a estas alturas de mi vida sería: "¡Por favor, Manuel, llévame contigo!".
6.04.2013