Beatriz Suárez-Vence Castro
El Lazarillo
"La noticia, decía William Maxwell Aitken, fundador de periódicos como el Evening Standard,” no es que un perro muerda a un hombre sino que un hombre muerda a un perro"
La historia que les voy a contar podría muy bien asimilarse a esta frase pero es menos violenta y más bonita.
La noticia no es que un perro haga de lazarillo a un hombre si no que el hombre haga de lazarillo de un perro.
Pablo es adiestrador canino, vecino de parque y tiene dos perros: Fon y Luka. Cuando yo le conocí solo tenía a Fon.
Fon es un perro de raza Akita Inu. Los aficionados al cine se harán una imagen clara del aspecto que tiene porque es muy parecido a Hachiko, el perro que espera incansablemente a Richard Gere en una conocidísima película.
Fon tiene el pelo más claro que Hachiko. Es mayor que él y completamente ciego. Pablo lo encontró en un monte de Lourizán un día de lluvia, abandonado a su suerte, ciego de un solo ojo en aquel entonces. Lo adoptó y se enteró de que padecía una enfermedad ocular degenerativa e irreversible que con el tiempo se extendería también al ojo sano. A Pablo no le importó. Todo lo contrario, le quiso más e hizo todo lo posible para que la vida de Fon fuese más fácil. Amo y perro desarrollaron un lenguaje para los dos a base de sonidos que avisa a Fon de cuando tiene que salvar un obstáculo imprevisto.
La primera vez que los vi haciéndolo me quedé pasmada. Pablo da una señal a su perro con la voz y según sea esta, el animal sabe hacia dónde debe dirigirse para no golpearse con él. Fon se para, gira a derecha o izquierda según el aviso recibido y nunca le he visto salir de los límites del parque de Amalia Álvarez y acercarse a la carretera.
Por obstáculos me refiero a los que toda persona o animal ciego se encuentra normalmente en cualquier parque: árboles, bancos, farolas, etc. Lo que las personas que tenemos la suerte de poder disfrutar del sentido de la vista, consideramos adornos o mejoras.
Me sentí muy identificada con la historia de estos dos valientes desde el primer día, porque mi perra no ve de un ojo. En su caso, un perdigón alojado en el globo ocular la dejó sin vista, además de abrirle la cápsula donde normalmente está el humor vítreo, líquido que al haberse desencapsulado, circula libremente y le ocasiona inflamaciones recurrentes que le provocan dolor.
No tiene tampoco reflejo que actue cuando fuese necesario cerrar el ojo para evitar que entre polvo, briznas de hierba, etc que pueda contener el aire, por lo tanto en ocasiones se le infecta y supura.
Aún así, ella se defiende bien si dejamos aparte algún que otro golpe contra señales de tráfico o piernas de paseantes
Aunque mi perra Nora no hubiese tenido ningún problema de visión, la historia de Pablo y Fon me habría conmovido igual porque amo a los perros y también a las personas que aman a los perros. Me parece una de las amistades más puras y entrañables que podemos encontrar en la vida.
En un mundo en el que el ser humano parece a veces insensible ante el sufrimiento tanto de otros seres humanos como de los animales y capaz de cometer las mayores atrocidades, Pablo y Fon son un ejemplo de que aún quedan oasis. De que hay esperanza para el género humano y para todas aquellas criaturas que, de alguna manera, dependen de él y necesitan sus cuidados.
En estas aventuras diarias, como la protagonizada por el lazarillo humano y el perro ciego, las personas sí que nos hacemos merecedoras de situarnos en la parte más alta de la pirámide de la Evolución de las Especies.
En cuestión de sentimientos, solo a veces algunos humanos llegan a ponerse a la altura de un perro, aunque la nobleza de este animal nos dé sopas con honda a la mayoría de los mortales.
Pensando irremediablemente en otros lazarillos,siempre es un buen momento para releer o descubrir por primera vez la literatura de Picaresca con El Lazarillo de Tormes. De sus fortunas y adversidades, y asombrarnos con las similitudes que nuestra manera de hacer las cosas guarda todavía con las de aquel siglo XVI en España y reconciliarnos luego con la vida, observando a Pablo y a Fon un día cualquiera con su lenguaje inventado que deja escrita en el aire del parque la certeza de que aún no hemos perdido el corazón.