Cristina Ogando
Las leyes de altos vuelos
¿Saben cuál es una de mis canciones favoritas? «Fly me to the moon». Puedo tenerla durante horas en la cabeza y tararearla hasta cuando voy por la calle. ¿Qué le quieren? Es adictiva. Aunque si les soy sincera, si tengo que volar a la Luna, por favor, que no sea con Ryanair.
Como no, la aerolínea irlandesa vuelve a ser noticia, o al menos para mí. Como tantas otras personas, he tenido que sufrir sus increíbles abusos que esta compañía lowcost infringe a sus pasajeros en pleno vuelo. Porque cuando te dicen «Vamos a proceder a vender nuestro Rasca y Gana» no te queda otra que escucharles y aguantar, aunque te hayan despertado de tu pequeña siesta en un vuelo a las siete de la mañana. Es que eso de tirarles del avión sin paracaídas es un poco feo ¿no? Ustedes me entienden.
No tengo ni idea de como era volar antes de la existencia de la aerolínea, pero cuenta la leyenda que los asientos se podían reclinar, que tenías sitio para las piernas y que te daban cacahuetes gratis ¡gratis, señores! Parece cosa de brujería eso de que antes, volar era cómodo para todos los pasajeros y no solo para aquellos con dinero para comprarse una plaza en primera clase o business.
Y muchos dirán que no puedo quejarme por los viajes de Ryanair. Son vuelos cortos, por lo general nacionales, si eso es un paseo. Bueno, yo los convierto en un paseo manteniendo la mirada fija en mi libro desde el despegue hasta el aterrizaje, pero no, no es ningún viaje de placer. No me apetece pasarme una hora, o dos, sentada e incómoda con interrupciones cada dos minutos con el altavoz a todo volumen y por encima no tener derecho a quejarme. Esto es como cuando les hablaba de como trata Renfe a los estudiantes los viernes a última hora y digo lo mismo. He pagado mi billete y tengo mis derechos. Y lo mínimo, es un asiento que no parezca una silla de tortura medieval y sitio para las piernas. Porque oigan, yo soy lo que se dice una persona tamaño bolsillo, pero me dan pena mis amigos de metro ochenta que se ven condenados y encastrados en esos huequecitos para gnomos.
Por si la falta de espacio no fuera suficiente, vamos a hablar de la comida para aviones.
Vale, ahora soltado el tópico vamos a algo serio. Hablemos de sus absurdas políticas de vuelo en las que solo les falta cobrarte por respirar.
¿A alguien le parece medianamente normal que te cueste más que el propio billete cambiar una fecha, una hora o tu simple nombre? Porque a mí no.
Ryanair tiene unas políticas elitistas, críticas y abusivas con lo que ellos llaman «tasas». Señores, tasas son lo que pagué por ir a la universidad. Lo suyo es un contrato con el diablo. La única razón por la que te permiten cancelar un vuelo es por fallecimiento familiar o enfermedad grave. Si eso, claro. Porque para reclamar el dinero hacen falta mil papeles y una declaración jurada firmada por el muerto de que, efectivamente, ha muerto. A mi me gustaría saber que clases de incidentes pueden tener los directivos que redactaron eso. Porque debemos pensar que alguien, en su santa sabiduría, pensó que la gente normal que necesita coger sus vuelos a bajo coste no tiene problemas normales.
Pongámonos en situación.
Coges un vuelo con seis meses de adelanto porque antes los precios son un escándalo. Ojo, seis meses. No tienes ni idea de si mañana seguirás con vida, pero tienes que asegurarte que dentro de seis meses los astros se alinearán para que puedas irte a Londres justamente en esas fechas. Pero ¡oh! dramático giro de los acontecimientos, pasa algo. Tu jefe no te da los días/emergencia familiar no mortal/tu gato se ha puesto de parto ¡lo que sea! ¿Sabes lo que pasa? Te jodes. Ryanair se queda con tus sueños y tu dinero porque cuando les dices que no puedes volar, tu única opción es llorar mientras te dicen que no pueden hacer nada y que si quieres cambiar las fechas, tendrás que pagar el triple de lo que cuestan los billetes.
Por si esto no fuera poco, porque no se a ustedes, pero a mi me enerva como nada en este mundo (solo superado por las compañías telefónicas o Mediamark online) Ryanair ha decidido quitar lo ¡único! bueno que tenía para ser medianamente defendible. Y dirán «¿sus bajos precios no son suficiente defensa?» No. Ahora la aerolínea piensa cobrarte por subir tu maleta de mano a cabina. Si, ese único derecho que recientemente quitaron para metértela en bodega de forma gratuita. Ahora vas a tener que pagar por todo el lote. Pagarás por viajar incómodo, por aguantar anuncios cada dos minutos, para esperar colas interminables y retrasos sin límites, para soportar el poco respeto del personal de abordo hacia los pasajeros y por llevar tu pequeño bolsito de mano.
¿Qué será lo siguiente? ¿Quitar los asientos en los vuelos de corta distancia para que viajemos de pie?
¡Ups! Spoiler alert: lo van a hacer.