Manuel Pérez Lourido
Siempre cagándola
Los de mi generación no veremos ya, si es que llega algún día, el tiempo en que los bancos recuperan cierto prestigio (vamos a suponer que hubo un tiempo en que lo tuvieron o en el que, al menos, no gozaron de tan mala fama). Ahora mismo también está en duda cuándo podrá el Tribunal Supremo ser digno de que le miremos a la cara. Hay instituciones de este país que se parecen al título que escogería para mis memorias (que se quedará inédito): "Siempre cagándola". Ya de la Iglesia Católica es mejor ni acordarse. Bueno, sí. Ese prelado que aparece en unas grabaciones intentando justificar ciertos casos de pederastia: "¿y las víctimas por qué callaron?" Hay gente tan cínica que no merece tener dientes y a los que había que privar de ellos por la vía más rápida posible.
En España una y no cincuenta y una (un mundo de otro tiempo muy añorado por la derecha) vale casi cualquier cosa salvo en época electoral. Las elecciones tienen ese efecto moralizante, energizante y fulminador que conduce a cosas como la salida de Maria Dolores Cospedal de todo cargo, dentro o fuera del partido. Fue maravilloso comprobar cómo dimitió primero de la ejecutiva nacional del PP y dos días abandonó su escaño en el Congreso. O sea que durante cuarenta y ocho horas no valía para servir a su partido pero sí para servir al resto de los españoles. Vaya, vaya. Hasta dimitir es algo que conviene hacer con un poco de sentidiño, aunque sea endosando la milonga de rigor para explicárselo a la peña. Por cierto, que esta señora deja un misterio detrás. Vaya, deja muchos, pero uno al menos que se puede plantear: hartos como estamos de oír que es María Dolores de Cospedal, resulta que en su cuenta de twitter, y esto va a misa, figura como Mª Dolores Cospedal. Uno pensaba que la derecha tiene, sine qua non, una vinculación directa con la adopción del "de" delante del apellido. O sea, en cuanto te haces de derechas, sea por ADN, por imposición de manos o por superar un cursillo, inmediatamente tienes el "de" operativo.
Y ya que hablamos de derechas, convendrán conmigo que es el espacio político de moda. Nunca tantos partidos se han peleado por la hegemonía de ese territorio, aunque lo que se lleva ahora es, en lugar de comenzar desde el centro, hacerlo desde el punto más extremo. Los medios de comunicación han constatado recientemente que partidarios de Vox han llenado un pabellón (que lo llenan desde Andy y Lucas hasta Los Mártires del Compás) y ahora ya no sale Vox de la boca de nadie, salvo para hablar de Rosalía. Nos estamos poniendo muy flamencos.