Paco Valero
Un gobierno nocebo
Mariano Rajoy ganó las elecciones apelando al efecto placebo. Es el término usado para describir el efecto positivo que causan en la salud determinadas sustancias o tratamientos. Uno se toma una pastilla porque le han dicho que le irá bien y a través de mecanismos psico-fisiológicos (estudiados por la psiconeuroinmunología), esa persona empieza a sentirse mejor, aunque en la pastilla no haya principo activo alguno, sino un sucedáneno inocuo. No funciona siempre, pero sí en un porcentaje de personas considerable, y requiere una cierta escenificación: es más probable si el que aconseja la pastilla es un doctor o alguien en quien se confía, e incluso aumentan las probabilidades si el doctor tiene más años o es más caro el medicamento. Es un término que mucha gente conoce, pero con una idea equivocada la mayoría: creen que el efecto no es real, sino una mera sugestión, cuando, en todo caso, es una sugestión con efectos reales: libera en el organismo sustancias endógenas terapéuticas y se producen cambios que se pueden medir.
¿Y por qué digo que Rajoy ganó las elecciones apelando al efecto placebo? Porque logró que se creyera que con la sola presencia de la derecha en el poder, la crisis acabaría. El dinero que había huido, regresaría; los inversores que esperaban un gobierno (aún más) amigo, invertirían; y los gobiernos europeos que nos racaneaban la ayudan, nos alfombrarían el suelo con billetes de 500 euros. No importaba el programa (letra sin contenido), ni el grupo de personas que formaría el gobierno en ciernes (un genérico, "los mejores", es todo lo que decía Rajoy). Nada. La derecha volvía y Rajoy podía decir: "Yo complaceré", que es lo que significa placebo en latín. Mucha gente lo creyó, y se ilusionó. No esperaban un gobierno ejemplar ni defensor de la gestión ni de la moral pública. No se vota a la derecha para eso, sino por la supuesta "eficacia" con que gobierna, una eficacia genérica y poco amiga de entrar en detalles ni en miramientos. La derecha es eficaz como Dios está en los cielos. Eso es todo. Muchos lo creen y es suficiente para ellos.
Pero fue empezar a gobernar y desaparecer la sugestión creada. El placebo no ha hecho efecto y el enfermo, el país, ha empeorado y lo seguirá haciendo según las últimas previsiones hasta el final de la legislatura. El barco se hunde, con un capitán desaparecido durante el año y medio de gobierno, y con solo grumetes que se han dedicado a achicar agua de los camarotes nobles para echarla en la cubierta, donde la mayoría vive a la intemperie y sufre las consecuencias de una tormenta que no cesa. A eso se puede resumir la política llevada a cabo en este tiempo. Y lo que es peor, la tormenta arrecia aún más, porque el gobierno placebo se ha convertido en un auténtico efecto nocebo. Significa "yo dañaré" y puede convertir algo inocuo en dañino y una enfermedad en una agonía con muerte final segura. Es decir, el gobierno se ha convertido en un peligro en sí mismo por la facilidad que tiene para sugestionarnos para lo peor. Una sugestión con efectos bien reales y que nos hace perder hasta la esperanza.
01.05.2013