Manuel Pérez Lourido
La ciudad sin sueño
Es un argumento generador de amplio consenso que la fuerza motriz de la escritura radica en lecturas previas. Por ejemplo, uno lee este titular: "Las ciudades son espacios de sueño y no se puede soñar sin cultura" e inmediatamente se produce un impulso imposible de detener que conduce a discrepar abiertamente. No importa que la frase haya sido pronunciada hace ya tiempo, en plan eslógan, en el transcurso de unas xornadas organizadas por Deputación y Concello para abordar el papel de la cultura en el crecimiento de las ciudades. Es que no se puede ir por ahí soltando frases como si tal cosa, no existe impunidad a la hora de ofrecer titulares de este calibre.
Vamos a ver. Todos hemos oído que a Nueva York se la conoce como "la ciudad que nunca duerme". Esto ya echa por tierra lo de "espacios de sueño". Hablamos de la metrópoli por excelencia, de la ciudad más poblada del país más relevante del planeta. Si Nueva York nunca duerme, a ver cómo va a hacer para soñar. Pero es que no hace falta irse tan lejos. Viví durante muchos años en la zona vieja y en los tiempos en que el botellón se apropiaba de los fines de semana allí tampoco había quien durmiese. En aquellos tiempos, en la zona vieja tampoco se soñaba durante los fines de semana.
Se puede soñar despierto, dirá usted, que tiene el vicio de fastidiar mis argumentos. Concedido. Para eso sirve cualquier sitio. Es más, como tenaz practicante de esa modalidad de evasión, les aseguro que sirve literalmente cualquier lugar. He soñado despierto en lugares que ni siquiera yo me podría haber imaginado. De hecho solía enterarme después, por boca de alguien que la abría a deshoras. Pero a todo esto se puede afirmar sin temor alguno que quien llamó a las ciudades espacios de sueño no estaba pensando en soñar despiertos.
Claro que puede tratarse de un sueño metafórico, observa usted ahora, decididamente empeñado en contradecirme. Puede que se haga referencia al sueño de la imaginación, de la esperanza y de los buenos deseos. Puede referirse a los sueños que se citan en todos los manuales de autoayuda, esos que luego acaban a 1 euro el kilo en los puesos de las ferias del libro. Vale, puede que no se refiera al sueño literal, el de los ronquidos y eso. Es más, seguro que no se refiere a eso. Me rindo. Bueno, casi. Antes, llamo a declarar a Calderón de la Barca, aquel portentoso autor teatral que escribió ¡en verso! "La vida es sueño" y que puso en boca de su personaje principal, Segismundo, estas sabias palabras: "¿Qué es la vida? Un frenesí. / ¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción; / y el mayor bien es pequeño; / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son."
O sea, que ya en el siglo XVII do Pedro Calderón de la Barca tenía claro que los sueños estaban sobrevalorados. No son más que eso, sueños, ilusiones, espejismos, fantasías, quimeras, utopías... por tanto da exactamente lo mismo que las ciudades sean o no espacios de sueño.
En cuanto a lo de que no se puede soñar sin cultura. Hombre, es una frase que queda muy bien. A ver quién es el que no quiere ser culto o, al menos, ser tomado por tal. Pero todos conocemos a un ramillete de personas que lo último que diríamos de ellas es que son cultas. Y sin embargo esas personas sueñan. Todas las noches, como si tal cosa. Ah... que tampoco esto tiene que ser tomado al pie de la letra, que está en sentido figurado. ¡Como nos gusta enredar, eh! ¡Como nos pierde andar buscándole tres pies al gato solo para dárnoslas de profundos y cultos y tal! No podemos llamarle al pan, pan y al vino, vino. No, hay que traficar con metáforas todo el rato. Entonces se quiere decir que si uno no tiene cultura no puede concebir esperanzas, tener grandes ideales, apuntar a aspiraciones sublimes. Pues casi es mejor no tener cultura. Total, para estar engañándonos todo el rato...
También puede uno decir que las ciudades pueden ser, y han sido históricamente espacio para las pesadillas. Pero ya sería ir a fastidiar.