Carlos Regojo Solla
Ironías
Conocí al luchador cuando sus actividades políticas lo trajeron medio extrañado, desde Sevilla, por nuestra ciudad pocos años antes de la finalización de la Dictadura. Se abrió camino de forma autodidacta estudiando para rematar su carrera y dando clases para sobrevivir. Lo hacía todo con una personalidad arrolladora que enganchaba o cabreaba, sin términos medios. Un buen día me propuso montar una academia de enseñanza partiendo de cero. Pensaba a lo grande y en un mes abrimos "Orientación de Estudios" bajo su dirección y la inestimable ayuda de otro buen amigo a cuyo cuidado quedó el flamante centro en tanto él y yo cumplíamos con el campamento obligado sin el cual no te darían el título para ejercer. No recuerdo su destino; pero el mío fue un descubrimiento.
En Hoyos del Espino, campamento base de las cumbres del Sistema Central (Almanzor, Galana, Galayos, Tres Hermanitos, Cinco Lagunas …) se estableció nuestro asentamiento, en lo que hoy es el Camping de Gredos de gestión municipal, en un paisaje que huele a sí mismo, con los baifos de cabra hispánica comiendo en tu mano en los refugios Elola o Victory, paisaje elegido en los últimos años para los denominados "Conciertos en la Naturaleza. Nuestra tienda, la tienda número trece de una serie de ellas montadas en círculo, albergaba cómodamente bajo su lona canadiense a seis personas de las que destaco a un orensano que tuvo los santos "esos" para realizar, por entonces y por aquellas carreteras, el viaje desde Orense a Ávila con un viejo dos caballos.
--Tú estás loco! -le decíamos.
--Me fio yo más de este cacharro que del mejor Mercedes -respondía.
Aquel colega era también un luchador como el andaluz del principio de la historia y se quejaba de las obligaciones del Régimen y la falta de libertades. Cada tienda tenía, por orden numérico, que establecer y desarrollar una consigna al finalizar el día, antes de la bajada de bandera, por lo que, llegado el décimo tercer día leímos la nuestra, la cual había confeccionado nuestro amigo orensano y que llevaba por título "VOX POPULI, VOX DEI". En su desarrollo nos jugamos el aprobado de aquel campamento al cantarle claro a los jefes locales de aquella dictadura que había que democratizar el país. Por la noche, durante la cena al aire libre, antes de que el relente de la montaña nos dejase helados, los responsables de aquel campamento se acercaron a nuestra mesa y nos felicitaron, concediéndonos una mención de honor al finalizar nuestra estancia.
Mi amigo Espinosa, el sevillano, ya en democracia colmó parte de sus aspiraciones con una subsecretaría del Ministerio de Educación siendo presidente del gobierno Felipe González. Aún no hace mucho andaba por casa un libro que me había dedicado y que debí extraviar en uno de mis innumerables traslados de domicilio. Hace algunos años, siendo aún subsecretario, en una entrevista recordó, con nostalgia gallega, nuestras andanzas.
El prusik es un nudo que aprendí en la montaña. Impide el deslizamiento.