Pedro De Lorenzo y Macías
¡Afilador y paragüero! Su historia, su leyenda. SEGUNDA PARTE
Fotografía: ©Sofía Lorenzo (Xoaquín Gómez Fernández)
Pillamos a nuestro amigo Xoaquín de paseo. Y caminando nos fue contando su historia, sus vivencias. Su hermano Emilio fue su eterno compañero de esta profesión, ya en olvido. Ellos dos se ubicaron en esta ciudad.
"Un ocho de mayo de 1935 nací en Faramontaos, una parroquia de Nogueira de Ramoín. ¿No me achaquéis que fui el motivo de aquella estúpida guerra? Mi niñez, en aquellos tiempos, fue de trabajo, pero feliz. Mi padre, Francisco Gómez Belmonte, nos iba enseñando labores del campo y el oficio de afilador. El viajaba sólo, a pie, hasta Pontevedra. Se hizo con una gran cuota de mercado y nuestros parientes vinieron a estas tierras. Yo vine con él una vez andando. Todos procedemos del mismo pueblo.
¡Ya había logrado buena clientela! Alquiló un bajo en una esquina de la calle Eiriña, lindando con Joaquín Costa. Al terminar la temporada, dejaba la rueda de afilar en el bajo que pronto lo compró. Para nosotros, sus hijos, la profesión fue menos esclava, aunque había que sudar lo suyo. Licenciado de La Mili, inicié mis recorridos por Mollabao, la Ruibal, Salcedo y La Barriada. En ésta era muy solicitado y guardo muy buenos recuerdos de los chiquillos. Iban a buscar el trabajo por las casas. Me facilitaban la labor. Tú eras uno de ellos. ¡Un poco traste!"
- Lo recuerdo. Pero te pagaban muy poco. A veces te quedabas todo el día, comiendo un bocadillo, y agua. Entonces, era gratis.
"Teníamos que ganar el doble del jornal. El jornal diario de un obrero era de cincuenta pesetas. Trabajábamos mucho para conseguirlo. Uno se entrega a la familia y el otro era para nuestra supervivencia. Mi padre nos educó muy bien: ser un buen profesional y no engañar a los clientes.
En Campelo nos encontramos cinco afiladores. Era joven. Yo afilaba los encargos con mimo, con entereza. Los otros se rieron de mí, aduciendo: "Pardilllo, no llegarás lejos. Se dejan a medio afilar; a la semana vuelves y ya te están esperando".
Me dolió su chulería. A la semana siguiente llego a Campelo y los veo tocando el apito y chillando. Ausencia de clientela. Al instalarme, todos los vecinos hacían cola solicitando mis servicios. Aquel día gané tres cosas: el triple sueldo, ser afilador oficial de Campelo y la envidia de los que se burlaron de mi".
- ¿Te conquistaría una moza de nuestra ría, de nuestros pueblos?
"¡Eran muy bonitas, graciosas y alegres! Yo estaba enamorado, desde niño, de Loly, Dolores Gómez Gómez. Nos casamos en nuestro pueblo y mis hijos nacieron allí. Bautizamos al mayor. El cura era nuevo en la parroquia. Todos se apellidaban Gómez y se mosqueó. Pensó que falsificamos la bula papal como los reyes católicos. Leyó el registro parroquial y nuestros abuelos eran parientes de tercer grado. Lo bautizó. ¡Se le atragantó el Gómez! Vuelta a Pontevedra, la mina de nuestros jornales. Había un local en la calle San Román. Mira, estaba aquí".
Fotografía: @Sofía Lorenzo
"Era una hojalatería. ¡Un buen chollo! Fabricamos baldes para leche, calderos, todo lo que demandaba nuestra abundante clientela. A finales de los 70 vino la moda del plástico; era más barato y de menos peso. ¡No nos acobardamos!
Dimos un cambio a nuestro negocio, lo convertimos en una cuchillería y paragüería. Además, practicábamos el viejo oficio de afilador. Vendíamos de todo: cuchillos, utensilios de cocina, de peluquería, jardinería; afilando cualquier objeto. Los paraguas eran los más demandados, por su resistencia, por la esmerada elaboración en hacerlos".
- ¿Sientes tristeza? Tal vez los recuerdos te atenacen.
"¡Bueno! Los tiempos van cambiando. Ya en el dos mil con eso de entrar en zona euro, nuevas competencias ofertaban nuestros artículos a menor precio, aunque eran de mala calidad. Eso en cuanto a la cuchillería. Los ambulantes, sin pagar impuestos, invadieron la ciudad con la venta de paraguas a mínimo coste. Con la crisis, todos se volcaron a la compra más barata. Una gran competencia inesperada".
- ¡Menudo panorama! ¿Qué decisión tomasteis, tu hermano y tú?
"La única que había. Cerrar el negocio, con gran dolor y lágrimas. En 2008 pusimos liquidación por cierre… ¡Aquí, esta calle San Román, el edificio encierra la labor milenaria de los afiladores y paragüeros! La vida está diseñada por etapas. La nuestra había finalizado".
- Amigo, Plácido. Sé la tristeza en tu interior. Alguien me dijo que te enamoraste de esta tu segunda cuna.
"Siento el mismo cariño por mi parroquia orensana y por esta ciudad. Gracias a mi voz de tenor afilador, me acogieron en el Orfeón Pontus Veteriss…. Tenemos el director más original, sencillo y gran maestro musical, Antonio Manuel Pintos. Tengo una esposa maravillosa. Entiende mi gran afición por el canto. No me impone ningún impedimento para los ensayos, ¡qué son de aúpa!, ni para los conciertos. Mientras viva seguiré aportando mis cuerdas vocales en esta preciosa ciudad".
- ¡No sé qué decirte! ¡Gracias por tu humor, sencillez y generosidad! Espero que los pontevedreses vean en ti una persona de gran reconocimiento. ¡Eres más digno de que te designen con la distinción: Amigos de Pontevedra! Sé tú y sigue tu caminar.
Pedro de Lorenzo y Macías.