Manuel Pérez Lourido
I see trees...
Cantaba con su cavernosa e imponente voz Louis Armstrong en aquel maravilloso tema "What a wonderful world": "I see trees of green" (veo árboles de color verde).
A veces veo políticos. Los veo desde lejos, parapetados tras el plasma de un televisor, de un modo que Rajoy elevó a la categoría de una cobardía cualquiera. Veo políticos crispados, soltando frases que han escrito otros, frases que intentar captar la simpatía de potenciales votantes pues las usan para resituarse políticamente en un territorio favorable para alcanzar el favor de la mayoría. Veo políticos perdidos, como Casado, al que parece que le han movido el suelo y que no sabe exactamente por donde pisa, o al menos no si no se lo aclara su mentor Josemari. Veo a Josemari, sea político o ex-político o cobrador del frac; desbigotado y exultante con su nuevo papel de timonel, con sus ademanes de haber vuelto a la pomada sin tener que ensuciarse las manos con ella.
Veo a Rivera, todavía en la ribera del éxito, gozándolo solo en encuestas que se frustan el día de autos. Rivera haciendo malabares a un lado y otro del espectro para auparse por encima del PP y simular que odia a Vox. Veo al macho-man de Vox, harto de vivir (muy bien) de las mamandurrias del PP, explosionando mandíbula al frente, todo asertividad y golpes de pecho y vivas a España; los tres diestros haciendo lo posible para que acabemos hartos de la rojigualda, que manejan como un capote. Veo a Iglesias, medio bizco, contemplando el derrumbe de un partido que decía transversal y que se va a quedar en lo primero, o sea en partido. Agitando el odio a Vox como si hiciese falta, y luego reculando. Y veo a Sánchez intentando llegar a fin de mes con cuatro duros en la cuenta.
Sigue Armstrong cantando que ve cielos de color azul y nubles blancas. Y en Pontevedra hemos visto a Vox presentándose ante 300 simpatizantes. Recogen las crónicas un detalle que se antoja revelador: la espera fue amenizada por marchas militares. ¿Qué pintan los himnos y marchas militares en un acto político? ¿cómo hemos llegado a esto?, mejor dicho, ¿cómo hemos regresado a esto? ¿Es que no tienen discos de Louis Armstrong, o de Ella Fitzgerald?
En todo este asunto del independentismo, que ha generado una rasgamiento colectivo de vestiduras el pasado domingo en Madrid por parte de la derecha española con el fin de mermar (aún más) la posición política del gobierno de la nación, en otro episodio de la palpable acometida para que Sánchez convoque elecciones generales (y puedan reeditar el éxito de Andalucía). Déjenme coger aliento que me falta aún el predicado de un sujeto que he perdido en el bosque de la frase anterior. (Me consuelo pensando que estoy inventando algo, lo cual no tiene por qué ser bueno, inventar, no consolarse). Decía que el asunto del independentismo arranca, y esto hay que tenerlo muy, muy claro, con el recurso ante el Constitucional conque el PP zancadilleó el Nuevo Estatut catalán que aprobaran el Congreso y el Senado en 2006. El ex-ministro popular García-Margallo calificó de equivocación aquella maniobra. No hay más preguntas, señoría.
En cuanto a los lodos generados por aquellos barros: el problema no es la figura de un relator, no se dejen llamar a engaño. La palabra clave es "autodeterminación". Por un referendum de autodeterminación es por donde no quiere pasar Pedro Sánchez y es el aro por el que lo quiere hacer entrar Torra y cía. Absurdo. Absurdo exigir al presidente de un gobierno que está en precario, que vive con el agua al cuello y los votos prestados, que se cargue la Constitución para alumbrar la autodeterminación. Toda la derecha: PP, Cs, Vox, González y Guerra, le arrancarían la cabeza de cuajo, como si fuese una simple gallina, solo con insinuar la posibilidad de haber soñado durante medio minuto con ese concepto.
Y luego, ¿es o no es maravilloso que alguno del trío que vocifera "España se rompe" esté al frente del partido responsable del reciente éxito "España se corrompe"?
Decía además Armstrong que veía: "red roses too" (también rosas rojas). Rosas, capullos, qué más dará... Y concluía el prodigioso trompetista: "and I think to myself / what a wonderful world" (Y pienso para mi / qué mundo tan maravilloso). Pues eso, o algo parecido.