Carlos Regojo Solla
En sintonía
La primera visión, el primer contacto y conocimiento que tuve con el elemento físico de una radio lo fue con una Siemens, un mueble grande con un frontal en madera barnizada marrón oscuro, protegido por una especie de tela de esparto fino marcada de forma especial por el espacio circular de un altavoz redondo y blando a modo de fontanela que se movía cuando el aparato sonaba. En su parte inferior una barra de búsqueda alargada y graduada en cristal con nombre de países y horarios por los que discurría un cordón vertical que manejabas en un lado con la rueda selectora al efecto en un batiburrillo babélico de sonidos en onda corta capaces de pararse en PeKín o, lo que era peor en la época si te lo sabían, en Moscú, o en la estación pirenaica de Radio España Independiente, a la sazón el sueño imposible, el "gran mito" del que no tengo recuerdo haber escuchado nunca personalmente pero del cual oía hablar a los mayores y creció conmigo como uno más de los jinetes apocalípticos que por entonces formaban parte de nuestra educación. Esta rueda selectora de mil países y otras tantas lenguas se complementaba en la otra esquina con la rueda del potenciómetro de voz que también, con un clic, hacía las veces de encendido y apagado. En esta Siemens escuché aquellos programas de la SER de los cincuenta mientras hacía deberes o ayudaba a mi madre con el parafinado y devanación de lanas con la utilización de un curioso uso de aparatos que remataban en el tejido y confección de prendas para su venta. Aquel viejo aparato nos deparaba los Partes Nacionales en conexión SER/Radio Nacional en horas clave del día, donde voces graves o blancas, de dicción perfecta nos ponían al día de los avances de post guerra del régimen gracias a la paz lograda por los ganadores. Voces y programas de R.N.E. y de la propia SER, conocidos de todos, los cuales hicieron parte de mi infancia y por ello los recuerdo con agrado.
"Mundo" solía electrificar nuestras cabañas y trataba de enseñarme a confeccionar la radio de galena; pero yo nunca puse mucho interés en aprender. Me hablaba del detector de Germanio, de la Galena y otros elementos encerrados en aquella pequeña caja de puros al que él llamaba radio y hacía sonar previo contacto con alguna canaleta metálica de desagüe. Yo alucinaba con aquel invento que mi amigo dominaba a la perfección y yo le pedía prestado. No volví a tener noticias suyas desde hace años cuando, un buen día, apareció por casa y me regaló el banderín grande y alargado de un equipo de beisbol americano adquirido en Atlanta en donde había estado, diciéndome que "se había acordado de mi y que se había cambiado de nombre pasando de Raimundo a Richard". A esta ausencia atribuyo un gran éxito profesional a mi amigo, pionero con sólo nueve o diez años en una tecnología, sin duda una vocación imparable, que hoy le tendría feliz y profesionalmente bien situado.
Cuando en Pontevedra Las Galerías de la Oliva eran centro de compras y trasiego de juventud, uno de los comercios, junto con Charito ( los viste) y Pedestal ( los calza), o la chocolatería de Toño, Teresa y Solita Blanco, uno de éstos comercio, digo, entre otros, Lanort, un establecimiento de lanas, patrocinó un programa en Radio Pontevedra, EAJ 40, llamado "Club Juvenil" que tuvo altas cotas de audiencia y que presentaba Ricardo Barajas, locutor admirado y querido en Pontevedra con quien cerré alguna noche la emisión de radio luego de preparar el guión del referido programa para el día siguiente, y regresar en su vieja Vespa, desde Daniel de la Sota, a casa ( éramos vecinos)
Durante la preparación de mi carrera en la Escuela Normal tuve tiempo de recuperar una vieja emisora que dormitaba en un almacén de material. Con el oportuno permiso de la dirección del centro, un par de compañeros y yo colocamos el cableado y colocación de altavoces en todos los pasillos y cafetería e iniciamos la transmisión de música y comentarios durante los recreos, actividad que duró hasta la aparición de los primeros fallos, fundamentalmente achacados a la amplificación, cuya reparación suponía gastos excesivos para el centro; pero que supuso unos momentos de propia satisfacción los cuales complementaba con la "corresponsalía" de noticias del centro que llevaba con Faro de Vigo.
La radio tiene algo que se te pega. Creo que no hay una franja horaria especial, aunque personalmente me guste más en la noche que es cuando más se humaniza.
Dyango lo dice en una de sus canciones: "Es tu buena compañera".
Saludos a toda la Radio y uno especial a Tino Domínguez en nombre de Carmela y en el mío.