Carlos Regojo Solla
¡Eureka!
Y de repente, como si nada, comienzan a abrirse nuevas páginas del inmenso libro de la historia que zanjan y anulan en un santiamén lo conocido hasta el momento. Se parece a un juego; en el mejor de los casos se trata de basar algo encima de un absurdo ideológico y/o material, fácil de interpretar para luego ir echando abajo, poco a poco, los fundamentos válidos hasta entonces, sustituyéndolos por otros cada vez más sofisticados y realistas. Pasa con la Cosmología que comenzó con el geocentrismo inquisitorial para seguir, de momento, con los universos paralelos. Pasa con la Física Clásica "amenazada" por la complementariedad de la Cuántica. Pasa con la Evolución que, a cada nuevo vestigio encontrado, nos da una ascendencia y antigüedad como especie más rica y variada. Pasa con todo. Erigimos convencidos una mentira para encontrar una verdad que nunca oiremos completa; pero no parece haber fraude intelectual en ello ya que se trata de investigación; aunque el acompañamiento social de cada época demonice a los pioneros que en la vanguardia pongan los peros de la disconformidad.
Otra cosa parece ser ignorar hechos concretos, estudios y esfuerzos cuyos autores no convienen en su momento; pero sus trabajos son de interés y deben ser aprovechados con el bautizo de otra autoría. Cuando se ilumina la bombilla de una idea, la incandescencia del Eureka, y alguien corre a legalizar la patente tiene que ser fiel a sí mismo y comprobar que no está cometiendo un robo indirecto a sabiendas. Los autores de nuestros textos de estudio han obviado reiteradamente la autoría manifiesta de importantísimos trabajos que hoy favorecen nuestra vida a un genio como Tessla, concediéndole los méritos, las hipótesis, tesis y demostraciones, la viabilidad y el aprovechamiento de sus proyectos e ideas a otros investigadores de la época. Tesla aparece ahora, lo desarchivan, lo desclasifican y lo ponen al día y ésto nos confunde y hace que nos preguntemos cuántas cosas más nos han colado por la puerta de atrás, en cuántos engaños y ausencias hemos vivido.
Peral, de la Cierva…, también mi viejo vecino Meijueiro que inventara una válvula hace años para una máquina en la ya desaparecida "Tafisa", y por qué no el profesor Franz de Copenhague, son poco tenidos en cuenta y merecedores de una desclasificación de archivos.