Enrique Vaqueiro
Lopez Obrador se equivoca, una vez más.
"Diez años antes de venir los españoles primeramente se mostró un funesto presagio en el cielo. Una como espiga de fuego, una como llama de fuego, una como aurora: Se mostraba como si estuviera goteando, como si estuviera punzando en el cielo". Este texto en nanuatl, recogido por el indigenista Miguel León-Portilla en su obra cumbre La visión de los vencidos, define claramente una versión distinta de la conquista de México que se quiso durante años vender como un encuentro de dos mundos, cuando en realidad fue un sometimiento de una cultura sobre otra.
Durante años, se nos ha trasladado una historia oficial narrada fundamentalmente en la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, un soldado a las órdenes de Hernán Cortés que narró el sometimiento del pueblo azteca desde un punto de vista descafeinado, trucado en muchos de los episodios y explicado desde el punto de vista del vencedor; aunque con el paso del tiempo se ha documentado que la conquista de México y la llegada de los españoles no trajeron solamente una religión y una lengua que hoy nos identifica, también la destrucción de un patrimonio artístico y cultura de cientos de pueblos indígenas.
Por lo tanto, es verdad lo que dice el presidente de México sobre la agresión de la Iglesia Católica y de la Monarquía española de la época en la conquista de la Gran Tenochtitlan, pero exigir un perdón a quién ahora representa ambas instituciones no deja de ser más que una expresión ridícula de un presidente populista con una credibilidad y aceptación en claro retroceso.
El Papa Francisco ya había manifestado en alguna ocasión su perdón por los excesos de algunos sectores de la Iglesia Católica en la conquista de los pueblos indígenas de Latinoamerica, y la corona española está en manos hoy de una familia, los Borbones, que ni siquiera pertenece a la descendencia de quien fuera responsable de aquellos acontecimiento en 1521, los Austrias.
La expresión del presidente mexicano, y también la de su esposa, más grave aún por ser historiadora de profesión, solamente genera crispación y confrontación entre los mexicanos que residen en España y los más de 22.500 españoles residentes en México (cerca de 10.000, de origen gallego); crispación que se había superado con el paso de los años y el olvido de manifiestos típicos en la época de la celebración de la independencia como: ¡Viva México, mueran los gachupines! (palabra despectiva hacia los españoles en México).
No creo, que aún sea consciente el presidente de la enorme responsabilidad que significa enviar una carta como la que se ha publicado estos días, y hacerla pública para generar una controversia sobre hechos ocurridos hace 500 años y superados por ambos países.
Por último, creo que la irresponsabilidad de las palabras se intensifica cuando proviene de un presidente con claros orígenes españoles, que le deberían de aportar un poco de sensatez y moderación al expresarse sobre las relaciones entre ambos países.
Un tío mío, recientemente fallecido y residente en México durante sesenta años siempre me decía que muchos actos de provocación entre españoles y mexicanos son ejecutados por propios españoles de origen con complejos claros y poco saber intelectual. ¡Mejor no le busques!, me decía.