Jesús Iglesias
Eres facha y todavía no lo sabes
Sin entrar a valorar las capacidades intelectuales de Teodoro García Egea para diseñar una estrategia de campaña electoral (en una empresa privada de publicidad estaría, sin duda, de patitas en la calle), creo que al PP de Pablo Casado lo que hace falta ahora mismo no es un asesor de comunicación o de imagen, sino uno de personalidad. Si Ciudadanos se fundó un viernes tratando de convencer a los españoles de que era un partido progresista y al lunes siguiente ya estaba prácticamente adelantando por la derecha a Vox, el volantazo discursivo que ha pegado Casado después de la 'cobra' que le hicieron los electores el pasado 28 de abril ha mareado hasta al más 'cambiachaquetas': de convertirse en marca blanca del partido de Santiago Abascal y competir con él para ver quien era más 'facha' a regresar sumiso hacia las indefinidas pero seguras aguas del centrismo.
Su socarrona sonrisa de niño pijo que tiene la vida resuelta sin haber pegado un palo al agua se ha borrado completamente (así de frágil es la autoestima cuando se confunde con la prepotencia), al tiempo que se ha dado cuenta, tarde, de que Vox les ha robado a sus votantes más reaccionarios y solo les queda mirar hacia el centro si quieren recuperarse del 'palo'. Le hubiese bastado con escuchar las constantes alusiones a la necesidad de moderación que, ya desde el inicio de la precampaña, realizaba Núñez Feijóo: "Nuestro partido, donde siempre ha obtenido buenos resultados, es en el centro". Incluso el presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, anunciaba ya desde hacía tiempo sus intenciones tránsfugas al pedir un retorno hacia las posturas más 'moderadas'. Ciudadanos, partido que no ha tenido ningún reparo a la hora de ficharlo, ofrece sin duda el mejor encaje posible a todas las ideas, ya que, a este ritmo, acabarán por cubrir el conjunto del espectro político: derechones hasta la médula en la intimidad o cuando salen de copas, Pablo Casado los tilda ahora de socialdemócratas. Mucho ha debido de cambiar el concepto desde que lo estudié en mis años universitarios.
Yo que pensaba que lo de ser un joven confundido era patrimonio exclusivo de adolescentes progres raritos que se dejan el flequillo largo y resulta que últimamente se ha puesto de moda salir del armario de la (ultra)derecha. Abascal ha sido para Casado y Rivera una oportunidad de ser ellos mismos, de no tener que reprimir esos pensamientos tan retrógrados que se tenían que callar solo porque a España le había dado el caprichito de querer ser una democracia. Durante la campaña electoral, pudieron sentirse al fin libres de ser homófobos, racistas, reaccionarios, machistas y clasistas sin ningún tipo de complejo. Las tres ultraderechas coexistían armónicamente y se ofrecían presidencias, vicepresidencias y ministerios sin que ninguno de sus brillantes asesores percibiese que, aunque la matria es conservadora, no hay fachas suficientes para tanta derecha. La crónica de una hostia como un piano anunciada.
No me cabe ninguna duda de que, tras la debacle, Alberto Núñez Feijóo le habrá entonado a Casado un par de veces el 'ya te lo advertí' (un estribillo que no falta a la verdad) antes de intentar corregirle esas tendencias tan escoradas. Imagino al hijo pródigo de Fraga llevándose al líder de los 'populares' (al menos hasta después de las municipales) a un privado, sentándose a su lado, poniéndole la mano sobre el hombro y diciéndole: "Vamos a dejarnos ya de decir estas tonterías tan de derechas de una vez, ¡eh!". Aunque Casado no haya tardado ni una derrota electoral en obedecer la consigna, sin duda la energía que transmite al pronunciar la palabra "centro" no tiene nada que ver con ese "regresar a la derecha" con el que le palpitaba el corazón. Se ve que le cuesta decirla, que el mensaje no le resulta natural. No se siente feliz con ese posicionamiento tan tibio. ¿Por qué Abascal puede expresar lo que realmente piensa la derecha española y él no? ¿Por qué ha fracasado el 'aznarismo' radical?
La personalidad múltiple del partido ha dejado a algunos tan descolocados que se ven incapaces de asumir esta insondable doctrina centrista. Cayetana Álvarez de Toledo, marquesa de Casa Fuerte y alma libre reaccionaria como pocas, no ha podido esconder su descontento ante estas fruslerías que les ha impuesto la vieja guardia: "No sé qué es la moderación" (una aclaración de las más innecesarias que le he escuchado a un político). Su joven líder estaba convencido, como ella, de que en España hay muchas personas confundidas, "que son del PP y todavía no lo saben". El desconcierto es tal que ahora hasta los de Vox se sienten insultados cuando la derechita cobarde les llama ultraderecha. En un escenario en el que los 'populares' sitúan a Ciudadanos casi al lado del Partido Comunista, ya no me sorprendería nada que Abascal y Ortega Smith se describiesen a sí mismos como moderados. O quizás acaben haciendo suya la consigna de Casado y les revelen a otros jóvenes confundidos que "son fachas, pero todavía no lo saben".