Carlos Regojo Solla
Las cuatro y diez
Aute, el misceláneo artista es, todo él, un “Aleluya número cero". Modula, como sin ganas, la poesía, levitando ligeramente el verso, como si fuese hacerte una pregunta, obsequiándote con poemas que hoy saben a tiempo pasado, como en estos dos versos de la obra de cuyo título me apropio hoy para titular este comentario
…" luego volví a la academia
para no faltar a clase de francés" …
Ejerciendo en un C.P.I. (Colegio Público Integrado) hace una docena de años, poco más o menos, llegó una pareja de titiriteros belgas a realizar un trabajo extraescolar. Se trataba de un matrimonio mayor que nos deleitó con un numero de marionetas variado y muy bien hecho, rematado con una nana popular francesa que nadie supo corear a pesar del intento de los dos titiriteros animándonos a hacerlo. No concebían que, de entre todos aquellos niños, asistentes a la función, ninguno conociese la famosa pieza popular. Traté de salvar la situación coreándola yo mismo, recurriendo a mis recuerdos.
Frére Jacques, frére Jacques,
dormez vous, dormez vous,
sonnez les matines, sonnez les matines
din, dan, don, din, dan, don.
La educación en la postguerra civil española se cerró en banda alrededor de los principios de los vencedores por lo que era obvio que el régimen, en su intento de consolidación, se alejaba de sus enemigos internos y externos en todos los aspectos con la creencia de tener en sus manos la antorcha de las virtudes educativas, morales y sociales. En consecuencia, en los planes educativos no se contemplaba relación alguna con la ideología de los vencidos y, además, se evitaba la influencia del “enemigo europeo". Así en la educación de la época de los cincuenta, títulos de libros de lectura escolar como “Cien figuras españolas" en los que plasmaban extractadas las vidas de prohombres con significación al régimen eran, en la enseñanza primaria, el abecé de nuestra preparación lectora.
Al inicio del primero de los dos bachilleratos de entonces, el bachillerato elemental, el currículo contemplaba el conocimiento de un idioma extranjero y, tal vez, por escoger “políticamente" del mal, el menor, los planes de estudio potenciaban el idioma francés, relegando el idioma inglés a una posición meramente testimonial, lo cual repercutió en la puesta al día de un idioma más universal en aquellas generaciones como era el habla del atragantado Churchill, pero, con gran acierto, nos dejó el abecé del idioma galo que, dicho sea de paso, muchos no supimos aprovechar. La preponderancia del francés en la década siguiente nos permitió en el ámbito educativo pontevedrés gozar de un profesorado nativo excepcional que llegaba directamente del país galo por las razones que fuesen. Era un profesorado que, con su buen saber hacer, traía la influencia de más allá de Pirineos, la cual vertían en sus clases haciendo fácil el estudio de aquella lengua nueva donde grupos de vocales jugaban juntas a parecer otras y la u gozaba de privilegios especiales
El recuerdo me lleva directamente a la figura elegante y llena de personalidad de Madame Antonieta Huillet quien, en una auténtica sumersión lingüística, nos enseñó fábulas como “Le loup et l´agneau", nanas como el “Frére Jacques" ( que cito en la anécdota, al principio), oraciones como “Notre-Pére", o “Salut Marie", canciones populares como “Avec mes sabots", los días de la semana, los meses del año, la numeración …, Todo ello en francés, con su traducción en español y la aplicación gramatical del idioma galo. En poco tiempo, aquellos alumnos de once años estrenábamos, de forma considerable, un idioma nuevo de las manos distinguidas de Madame, - cuyo recuerdo está sin duda en el corazón y las “lembranzas" de aquella clase numerosa cuyo listado empezaba por Aguilar Argenti, y los hermanos Area Villar- A madame la esperábamos con gran ilusión quizás porque intuíamos que con ella llegaba un viento especialmente nuevo. La recibíamos de pie ocupando correctamente nuestros puestos escalonados en rampa típicos de aquellas aulas académicas semejantes a pequeños teatros griegos por donde habían pasado ilustres profesores y aventajados alumnos.
-Bonjour, Madame -saludábamos cuando entraba con aquel aire tan francés.
-Bonjour, Messieurs – nos respondía.
-Comment allez- vous, Madame?
-Trés bien, merci,.-Asellez- vous, s´il vous plait.
Algo más tarde, algunos tuvimos como profesor de francés a León Mathieu, un profe de marcado temperamento que adornaba sus clases, en la pasantía de la Academia Jovellanos, con alguna historia de la Segunda Guerra Mundial en la que había participado. Inestimable profesor que también arrastraba la erre convirtiéndola en gutural, dando ese carácter inconfundible al idioma vecino cuyo estudio, la inmensa mayoría, hemos dejado abandonado.
Prosigue Aute:
…" llámame el día que puedas,
date prisa que ya son las cuatro y diez"
Y la prisa y el tiempo implosionó aquellos años llevándose aquel período de nuestra adolescencia en la cual supimos en verdad que la lengua de un país expresa sentimientos universales.