Antón Cruces
Queremos empezar una guerra esta noche
Queremos empezar una guerra esta noche
La frase no está mal. Además tiene alas. Ya ha dado la vuelta al mundo varias veces en las últimas horas. Como frase es espectacular no lo dudo, pero como titular es perfecta. El sueño húmedo de todo periodista sensacionalista. ¡Un asesino que da titulares! Ya hemos arreglado el día.
La historia protagonizada por Ingrid Loyau-Kennett parece sacada del clímax de una película americana, pero como siempre la realidad acaba zampándose a la ficción.
Ingrid demostró valentía.
Dice que no sintió miedo durante su charla con el asesino. "No tuve miedo porque no estaba borracho ni drogado, estaba normal". Bueno Ingrid, perdona que discrepe, pero normal, lo que se dice normal, estoy yo cuando voy al Froiz. Este hombre acaba de matar a una persona, y ya sabes que hay que tener el centro de gravedad seriamente perjudicado para acuchillar a alguien.
Aunque para hacer honor a la verdad, todos lo hemos pensado de vez en cuando. ¿O no? ¿Acaso ustedes no escuchan esas voces en su cabeza? ¿Soy yo solo? Bueno pues pelillos a la mar entonces..
Será que solo me pasa a mí cuando voy a hacer gestiones, o descubro algún entresijo, papeleo o comportamiento que se me antoja estúpido.
La capacidad de empatía (me juego mi reino a que si estos dos hablaron fue por un fortuito cruce de miradas en el que, de alguna manera, conectaron) no pudo salvar al soldado, ya muerto antes de la llegada de Ingrid. Pero vaya usted a saber qué otros desastres pudieron haber acontecido ayer en Londres si no fuera porque esta madre de dos hijos dio un paso al frente. Fue capaz de calmar a la bestia. A las bestias. Eran dos. Eso es casi una manada.
Habría que tomar ejemplo de Ingrid y, al igual que existe el llamado Efecto Angelina, a partir de hoy debería existir el Efecto Ingrid. La noticia dice que iba en un autobus y que al ver la escena se bajo. ¿Cuánta gente iba en ese bus? ¿Sólo ella tuvo la valentía/inconscencia de intentar ayudar? ¿Hubiese bajado yo? ¿Y usted?
Para ser valientes no hay que esperar a que se desencadene una tragedia como en Londres. Cada uno en su día a día puede hacerlo. No es moralina, es la cruda realidad, pero la olvidamos para ocuparnos de lo nuestro. Eso sí, después se oye un ¡Qué mal está todo! en cada esquina.
Pelear y buscar porqués es un coñazo supino. ¿Para qué si nada va a cambiar? Eso es mentira. Algo sí que cambia. Cambias tú.
Si nos aplicamos el cuento puede que no salvemos la vida de nadie, ese tipo de cosas siempre pasan en ciudades como Londres o Chicago, pero por aquí tenemos nuestros propios problemas. Lo más fácil es tirar hacia adelante sin hacer preguntas. Lo contrario a lo que hizo Ingrid.
Pararse y preguntar.
Solo eso.
Salud hermanos.
Podes ler máis artigos en: http://cartasa1985.wordpress.com/
23.05.2013