Alexander Vórtice
Territorio Jabois
Yo soy de los que opinan que Manuel Jabois quiso ser poeta antes que columnista, arqueólogo antes que novelista y dandi antes que un acreditado periodista en el Madrid de los Austrias.
De todo lo que he nombrado que tal vez quiso ser Jabois, realmente lo es sin duda, ya que yo también soy de los que creen que lo que no alcanzamos a ser de cara al público reside en nuestro interior con suma fuerza y, de alguna manera, sale para afuera de cuando en vez, aunque solamente sea a base de leves gestos, muecas indefinidas o discursos inapreciables.
Decía sobre el periodismo el poeta y crítico inglés Matthew Arnold que "es la literatura con prisa"; aunque a mí me deleita mucho más esa cita que ruega misericordia: "no le digas a mi madre que soy periodista, ella cree que soy pianista en un burdel".
Algo de esto también sucede en la poética: es mucho más rentable ser camarero, político con pocas luces, butanero de 8.00 a 20.30 horas o repartidor de correo que trovador. Me he topado tanto a periodistas como a poetas que se quejaban abiertamente sobre su oficio y, curiosamente, el hilo de unión entre una y otra profesión era el tabaco, el alcohol garrafal y el ansia de no quitar ojo a un amanecer estando completamente achispado.
Acaso sea que el oficio de las letras es la peor de las labores: poco rentable y con carácter de ermitaño, estando hasta altas horas de la madrugada tecleando pensamientos y concupiscencias, puntales indeterminados, versos malogrados y/o citas desguarnecidas de tanto como aprieta el cansancio, el sueño.
El caso es que yo soy de los que creen -repito- que Jabois tiene algo de poeta o rapsoda. Pudiera ser la pose ochentera, el giro lento de cabellera, la postura alicaída o las imágenes líricas con las que nos obsequia en muchos de sus artículos de opinión. Mi amigo Juan Vidal Fraga (Dios lo tenga en el Paraíso de los hombres honestos) también admiraba al columnista originario de Sanxenxo.
Recuerdo perfectamente la tarde noche que murió Juan Vidal: me llamó por teléfono su primo para darme la noticia y recuerdo haberme hundido como quien resbala en arenas movedizas. Enseguida pensé en Jabois y telefoneé al Diario de Pontevedra preguntando por él.
Me lo pusieron al aparato y, aunque estaba a tope de trabajo, bastó informarle que había muerto mi querido amigo, para que se pusiera en ese preciso momento a escribir unas rápidas y meritorias palabras de despedida hacia su persona, algo que Pontevedra pudo leer a la mañana siguiente. Y pretendo aclarar con esta anécdota que creo que este tipo de gestos son los que realmente hacen grande al hombre, más allá del marketing voraz o las adulaciones de quita y pon.
Ahora se dice -se cuenta- que Jabois será el próximo pregonero de las Festas da Peregrina. Realmente la cosa, desde mi punto de vista, ya iba tardando, ya que Pontevedra siempre ha sido (guste o no) territorio de Manuel Jabois.