Mar Seaxá
Toros y novillos
Hace unos diez años fui por primera vez a una plaza de toros. Fue aquí, en Pontevedra y para acompañar a unas personas extranjeras que querían vivir esa experiencia. Yo nunca había sentido el mínimo interés por entrar en una plaza de toros, los había visto en la televisión y me pareció siempre un espectáculo vomitivo. Fui porque me habían dicho que no mataban a los becerros ni les iban a hacer ningún daño.
Lo que allí vi fue totalmente surrealista. Después de una comida en el coso, empezó el espectáculo que consistió en que unos becerros totalmente estresados, separados de sus madres y sin posibilidad de escapatoria eran "toreados" por unos amantes de los toros. Gente admiradora de la nobleza del animal, que según ellos, nacen para ser matados en una plaza.
Solo vi un cachorro de animal cruelmente destinado a hacer gracia a unas cuantas personas que estábamos allí. Yo no di crédito a ese espectáculo y salí muy cabreada por haber participado de esa tontería y con la persona que me llevó.
Este año en las fiestas de Pontevedra va a haber dos corridas de toros y una becerrada. Todos nos damos cuenta de que esta tradición (que no sé yo qué tradición tenemos aquí de ese espectáculo sangriento, pero bueno), se acaba. Las tradiciones son un camino libre para hacer barbaridades. Nos creemos en posesión de la verdad absoluta porque es tradición, sin pensar en qué estamos haciendo.
Y eso cuajó por darse en el marco de una sociedad que no se definía precisamente por ser compasiva con los hombres y muchísimo menos con los animales. Ahora se empieza a tener conciencia de la compasión hacia los animales. Creo firmemente que el argumento de toreros y seguidores de que esos animales viven mejor que las vacas lecheras o de granja de carne está más vacío que la mente de muchos espectadores. Por supuesto que vivir en la dehesa es mejor que vivir hacinadas en una granja de vacas, pero el final de esos toros desvirtúa esa afirmación. Su muerte es terriblemente cruel e injusta, sólo justificada para que sirva de diversión a algunos. ¿De verdad se puede divertir alguien viendo como se mata a un animal?
No quiero que un torero (que esa sí es la verdadera especie en extinción, no los toros), venga a azuzar a un animal con una serie de ritos estúpidos y que el final sea la muerte. Ni a novilleros hacer sufrir a un pobre becerro que no sabe el porqué de el comportamiento de esa gente.
Claro que yo no tengo ni idea de por qué hacen estas barbaridades, no sé la razón de este arte, como lo denominan los seguidores. Pero no me importa absolutamente nada sus razones. Razones surgidas de una sociedad sin muchos principios. Sólo sé que muchos seguidores se echan las manos a la cabeza cuando maltratan a un perro, pero se pasan por el forro el sufrimiento de toros y becerros. ¿Eso es ser congruente?
Estos festejos se mueren por sí solos. La gente no los quiere, como puede verse año tras año en los carteles cada vez con menos fechas. Aquí no los queremos. Y no es por la crisis en Galicia, como dicen los organizadores de estas corridas de toros, no. Es porque cada vez más gente se da cuenta de que no es divertido ver sufrir a un animal. A ningún animal.