Alexander Vórtice
Destino sin concretar
A mi actual pareja la "conquisté" de puro milagro, con muy pocas certezas y un destino sin concretar.
Ella me concedió una cita y no tuve mejor idea que contarle todo lo malo sobre mí, mis defectos, de pies a cabeza, omitiendo, por decoro, el coxis. Lo que todavía no le he comentado de manera detallada es que a lo largo de mi vida esta inusitada táctica la llegué a utilizar casi una decena de veces y, por supuesto, las susodichas muchachas se largaron enseguida al ver el espectáculo…, espantadas, sudorosas y dejando en el aire un "ya te llamaré, si tal…".
Mis amigos y colegas, observando mis escasas o nulas dotes amatorias y/o sociales, resolvieron pensar y cuchichear en las esquinas que yo era gilipollas ('tonto o idiota', para darle más caché, si cabe, a la narración). Siempre agradecí este gesto por parte de ellos, premié el que fuesen personas con tacto, y que no me espetaran a la cara lo evidente, ya que uno bastante tenía con ir acumulando en su entorno negativas, adjetivos malsonantes, miradas de recelo y habladurías.
Mucha culpa sobre mi manera de actuar la habían tenido Pablo Neruda, Gustavo Adolfo Bécquer, la literatura romántica y la osadía de intentar ser uno mismo. Aunque pasados ya algunos años, y teniendo a mano otro tipo de lecturas, caí al fin en la cuenta de que la mayoría de la gente no desea que seas sincero con ella, la masa prefiere que les colmes sus tímpanos con locuciones mansas, palabras benévolas y, por lo normal, falsarias.
La sinceridad de ir de frente es cosa de locos, de borrachos y de niños; acaso también de personas que se encuentran en sus últimos cinco minutos de vida, postrados en cama, salivando defunción.
Tal vez -y sólo tal vez- lo que sostenga esta sociedad enteramente consumista sea el fingimiento y el hedonismo (soy de los que creen que si fuésemos completamente sinceros habría ríos de sangre por las calles e incendios incontrolables a eso de las 3 de la madrugada).
Al honesto se le detesta desde el minuto uno por mucho que subamos a nuestras redes sociales frases o citas célebres aplaudiendo la franqueza.
"El río de la verdad va por cauces de mentiras. Es fácil hablar claro cuando no va a decirse toda la verdad. La verdad levanta tormentas contra sí que desparraman su semilla a los cuatro vientos. Lo falso, por mucho que crezca en poderío, nunca puede elevarse a la verdad", que expresaría Rabindranath Tagore sobre el tema en cuestión.
En la escuela se han burlado de nosotros desde el minuto uno, y aún les engañan a nuestros niños y niñas. En el colegio, desde la más tierna infancia, se nos habla de normas, de leyes, de moralidades que uno debe seguir para alcanzar a ser una persona exitosa y de bien. Lo cierto y verdad, estimados lectores, y ustedes lo confirmarán si han cumplido ya más de tres décadas de existencia, es que no existen reglas, en la sociedad que hemos inventado a modo de disculpa para sobrevivir o ir tirando, no hay pautas estrictas, ni nunca las ha habido.
Y cuando uno se da cuenta de esto, cuando al fin es conocedor de que todo es un extraordinario teatro con actores y actrices mayormente anodinos, cae en la cuenta de que exponer lo que es cierto es lo más subversivo que cualquier ser humano puede llevar a cabo a lo largo de su existencia.