Mar Seaxá
No protejas tu medio, protégelo entero
Miles de hectáreas de selva se están quemando en la Amazonía y parece que a los mandatarios le preocupa lo justo, vamos, que son concienciados de boquilla. Cuando convoquen una manifestación seguro que van a darse codazos por estar en la cabecera con cara de preocupados por el medio ambiente. Son de los que piensan: no protejas tu medio, protégelo entero, conserva tu entorno natural. Eso es lo más cercano que estuvieron de la lucha ecologista en su vida, cuando escucharon esa canción de los Enemigos.
Pero no sólo los políticos tienen la culpa de lo que sucede en el Amazonas, o en Australia, o en el Polo Norte, o en nuestros mares, o en … (poned cualquier parte del planeta, seguro que desgraciadamente vale para lo que estamos hablando). No, la culpa es de todxs nososotrxs. Es nuestra culpa, con lo que Bolsonaro y secuaces políticos están frotándose las manos favoreciendo la deforestación para el macrocultivo de forrajes y pastos.
Y sí, la culpa es nuestra, porque lloramos la pérdida de la selva, pero no nos paramos a analizar el porqué de ese cambio de política de Bolsonaro, no nos damos cuenta del poder del lobby de la industria de la carne, mientras difundimos fotos de animales muertos, indígenas desplazados, imágenes de satélite mostrando la magnitud de la barbarie. Eso sí, le ponemos emoticonos de caritas apenadas, llorosas y cabredas mientras hacemos tiempo para ir de cena a una churrascada en casa de un amigo, o preparamos nuestra mejor receta de carne para que coma nuestra familia.
Muchas organizaciones (ecologistas, animalistas, incluso de médicos en Estados Unidos, Canadá...) están avisando de que todo esto tiene que cambiar y ese cambio no será efectivo hasta que no sepamos, mejor, hasta que no nos interese saber, que las deforestaciones se hacen para plantar cultivos destinados a animales de granja, que por encima son cruelmente tratados sin que nos importe demasiado. No los matamos nosotrxs y cuando los llevamos a nuestra casa están asépticamente envueltos en unas barquetas de plástico no biodegradable que tampoco nos paramos a analizar si debemos usarlos o no.
Producir carne en el mundo, cada vez más y de peor manera, si es que hay mejores o peores formas de someter y asesinar a un animal, significa un consumo desmedido de agua en el mundo, que también ayuda a la deforestación. Producir gases invernadero, contaminar ríos y acuíferos y... sí, deforestación. Se puede deforestar con máquinas o mediante incendios, pero al final es deforestación.
No nos llevemos las manos a la cabeza con tanta soltura y determinación con los incendios del Amazonas. Pensemos en qué contribuimos todxs a que eso ocurra. Pensemos en cuántas vacas, ovejas, cerdos, terneros comeremos a lo largo de nuestra vida y cuánto cambio medioambiental produciremos, a cuánto sufrimiento animal innecesario habremos contribuido. Se dice que el karma es el encargado de que vuelva siempre una acción a quien la hace. En otras palabras, que tenemos lo que nos merecemos. La sangre de los filetes al punto o poco hechos no es sólo la que sale al cortar la carne, son millones de litros de sangre de los que somos responsables.
Quitémonos la venda de los ojos, esa venda que tan alegremente nos ponemos porque en ocasiones somos muy sensibles y no nos gusta ver la realidad, que somos así de fariseos, no nos engañemos. Preguntémonos qué podemos hacer para que no haya esta terrible pérdida de hábitats en nuestro planeta. Aún no es tarde para reaccionar, pero reaccionemos. No dejemos pasar el tiempo ocupados en ver quién pone el tweet más ocurrente o comparte la imagen más impactante.
No protejas tu medio, protégelo entero,
habemos de cuidar el aire pa respirar...