Manuel Pérez Lourido
Surrealismo, política y esas cosas
En Vigo comenzaron a instalar el alumbrado navideño antes de que terminase el verano. En Terrassa, un grupo de independentistas ha rendido homenaje a un bolardo que fue derribado por los mossos en septiembre de 2017 durante un registro a la sede de Unipost (por favor, no pregunte qué es Unipost, qué más dará). El surrealismo nos rodea y no nos damos cuenta. Está ahí: lo ejercen instituciones de alto rango, gobernantes legítimamente elegidos y habitantes de repúblicas imaginarias. También nuestros representantes en el congreso, que se han confabulado para enviarnos otra vez a las urnas. A ver si alguno no acaba entendiendo "¡A las armas!" como decía Ángel González en aquel poema.
"El alumbrado navideño" es un sintagma nominal que autoriza a poner luces a cascoporro y a deformar el acento ingés con fines turísticos. Hay cosas que precisan de una coartada, de un cierto disfraz que las dote de sensatez para después, durante su desarrollo, salirse de madre todo lo humanamente posible. Legitimar lo absurdo de alguna manera. Así también el acto de reconocimiento al "bolardo caído por la república" hace dos años, al impactar en él una furgoneta que intentaba auxiliar a la guardia civil abriendo paso por una calle peatonal. Que el citado homenaje se haya realizado al bolardo equivocado, como atestiguaron en twitter imágenes del poste abatido con capturas de google maps y del bolardo objeto del homenaje, es lo de menos. A ver si ahora también le vamos a pedir coherencia al surrealismo, era lo que faltaba.
La coherencia está sobrevalorada, eso es algo de lo que nuestros políticos jamás han puesto en tela de juicio y contra lo que luchan con una militancia digna de encomio si fuese dirigida a otras causas más dignas y, sobre todo, más importantes para quienes los votamos. No digo yo que todos seamos incoherentes en el ejercicio de aquello con lo que nos ganamos el pan, pero hay gente que podía intentar disimular un poco.
La incoherencia no distingue clases sociales, horarios, ni fechas del calendario. Un juez acaba de autorizar la salida de prisión de Urdangarín un par de días a la semana para prestar labores asistenciales en una oenegé. Estupendo, siempre que lo mismo se aplique a otros presos en situación similar. No vaya a ser que acabemos pensando que estamos ante un trato de favor, como piensan algunos que se hizo con su señora esposa durante el juicio por el caso Nóos (ese en el que el fiscal parecía el abogado defensor). Por lo pronto, la Fiscalía ya ha recurrido el auto del juez. Parece ser que este hacía hincapié en la situación de aislamiento que sufría el ilustre preso, por eso el ministerio público recuerda en su recurso que fue el propio recluso quien solicitó el centro penintenciario en el que se halla (el módulo de mujeres de la la prisión de Brieva) es decir, que él mismo escogió su situación de aislamiento del resto de la población reclusa.
Incoherencia, surrealismo, son pequeños aditamentos que dan una nota de color a nuestra existencia de modo que, en el fondo, igual no debería extrañarnos mucho que vayamos a tener cuatro elecciones generales en los últimos cuatro años.