Kabalcanty
La mole (Y parte 4ª)
Iluminados por el débil resplandor de las farolas del paseo marítimo, escuchando el resuello de la mole cada vez más dificultoso, vimos subir la marea hasta mojar la cola del animal. Jandra se arrebujó en su cazadora sin despegarse de la mole.
— Sepárate de ella, cariño, que te vas a enfriar –le dije, despojándome del chubasquero y echándoselo encima.
Mi pequeña no me hizo caso, apretando sus ojillos como si deseara fundirse con el animal.
La marea nos mojaría en una hora si seguíamos en ese lugar. La situación me desbordaba y sólo pensamientos oscuros acudían a mi mente. Observaba nuestro alrededor anochecido e imaginaba sombras dantescas que bailoteaban acechándonos. Comencé a sudar a pesar de que la noche era algo ventosa y muy húmeda. ¿Y mañana?, me pregunté escudriñando a mi pequeña y todo su desamparo. Moriría la mole y Jandra volvería a esas crisis que tuvo cuando murió su madre y todos los demás. Yo estaba cansado de darle razones y ella de escucharlas. Tenía sólo once años pero su interior estaba bragado como una persona de mayor edad. Todo a fuerza de ver que la muerte era algo cercano y definitivo. No debería tener conocimiento de esas cosas sin embargo, en lo que quedaba de este mundo, los niños sufrían experiencias que les marcarían definitivamente. Los hombres habían perdido la batalla creyendo haberla ganado dejando un planeta desolado con escasas y malas opciones para vivir. En los noticiarios emitidos por el gobierno se hablaba de la bonanza que se avecinaba, en la recuperación de la vida normal, en la exaltación de la pasada destrucción para llegar a un mundo mejor, más equitativo…….pero todo era una sucia mentira.
Todos seguíamos medicándonos para morir más lentamente. Nuestro alrededor era una paz repleta de fieras para poder sobrevivir. Tan sólo los poderosos, los que detentaban el poder económico, lograban estar medianamente a salvo en sus guetos búnkeres. Era un asco, una endemoniada subsistencia que los adultos, inútilmente, tratábamos de decorar para nuestros niños.
Noté que Jandra tiritaba. Le puse la mano en la frente sintiéndola caliente.
— Jandra, amor, incorpórate y toma algo de guiso, te vendrá bien.
Le dije, abriendo el termo con el resto de guiso de gato.
Ella gimoteó algo confuso y se abrazó con más fuerza a la mole.
El animal entreabrió sus ojos rasgados para cerrarlos inmediatamente en un intento de resoplido.
Tampoco yo tenía ganas de comer. No podía pensar en nada que no fuera negativo, desalentador.
Me uní a ellos haciendo una bola de carne que pretendía dar calidez, amparo, última esperanza. Luego comencé a hablar bajito, hablar sin detenerme, hablar desde las cavernas de mi interioridad. Hablar, hablar, hablar sin parar. Apretaba a mi hijita con fuerza, cada vez con más fuerza y sin dejar de hablar un instante, aunque ella protestara decaída con la voz entrecortada por la fiebre. Se dejaba de oír el murmullo de las gaviotas, la luz era cada vez más débil, mientras le decía que apretara con todas sus fuerzas los ojos y me dejara que la abrazase fuerte, muy fuerte, poderosamente fuerte, mientras le contaba.
" Agárrate a la mole, a su lomo, mira: cómo lo hago yo, porque dentro de muy poco, cuando nos moje la marea, la mole va a emprender su vuelo y nos va a llevar al lugar dónde siempre quisiste ir, mi bien. ¿No lo notas ya? ¿Ves cómo su respiración se hace poderosa para emprender el vuelo? No todas las moles vuelan pero esta es de las que sí. Es la más mágica de todas y ha venido a buscarnos a la playa, el sitio que más te gusta, el lugar desde dónde arranca nuestro vuelo. ¿Lo ves? ¿Sientes, amor mío, cómo despegamos y vamos surcando el mar por encima de las aguas? ¿No sonríes? ¿No sientes la velocidad en nuestras caras, el relente del mar? ¡Claro que sí, tesoro! Sabría que tú podrías notarlo. Sólo tú conmigo. Más allá, bajo el arrecife, bajo los corales, nos espera la sorpresa. La mole sabe llevarnos porque desde allí vino mandada por alguien que te quiere tanto como yo, rosa de todas las rosas. ¿Sabes quién es? Alguien que te ama tanto como yo. Piensa, cariño. ¿Te ríes? ¿Ya sabes quién es, eh? ¡¡¡Síííííí!! Es mamá, claro que sí. ¿Muerta? Noooo. Las moles mágicas saben que no es así porque saben dónde vive esperándonos, vida mía. Esa risita que te sale es la que deseo que le dediques a mamá cuando nos abrace. Mira, estamos cerca. La mole vuela a una velocidad considerable. ¿A qué sí, cielo? Luego, se sumergirá en las aguas hasta el fondo dónde nos espera mamá. No tengas miedo. No llores. Ríe como antes. En la magia que nos envuelve la mole no cabe el llanto porque todo, todo, todo, está listo para que seamos felices. ¿Te asustas, princesa? No, amor mío, sólo es papá que, como te quiere mucho, te aprieta de felicidad. Mi abrazo es la protección que nos llevará con mamá. Mira qué cerca está. Ya llegamos. La mole entra en el agua y bajamos rápido. Haremos un jardín con algas los tres juntos: tú, mamá y yo, y jugaremos con todas las moles mágicas del fondo y no pararemos de reír y no sentiremos miedo, ni lloraremos, ni tendremos nostalgia por nada. Mamá nos espera, mi niña Jandra. Cierra los ojos sin despertar, cariño, y deja que te abrace más fuerte, mucho más. Y sonríe que mamá ya nos espera saludándonos junto a los corales. ¿La ves? Está allí, amor, esperándonos desde hace tiempo. Los tres seremos otra vez felices y para siempre. No solloces, por favor, flor mía, que ya llegamos. Confía en mí, confía siempre."
Los hombres se acercaron a la mole dejando ligeramente atrás el remolque del todoterreno. Fueron sacando las herramientas para el despiece mientras murmuraban alguna que otra broma que levantaba risitas breves.
— ¿Has visto eso, Fernán? -dijo un hombre de barba luenga señalando la orilla.
Fernán, el hombre del sombrero chafado, se acercó unos pasos a las aguas enlodadas y vio las dos figuras hinchadas, firmemente abrazadas, flotando entre el ir y venir de las olas. Escupió de medio lado y volvió junto a los hombres.
— Seguid despiezando -dijo con voz autoritaria- que la carne del bicho tiene que estar cargada antes de que amanezca. A esos desgraciados -añadió girando algo la cabeza- ya los recogerá la policía militar. ¡Venga, al lío!