Milagros Domínguez García
¿Y qué si era la amante del arquitecto?
"La amante del arquitecto que murió sola". Sí, puede parecer un titular de otro siglo pero es el que se usó recientemente para dar la noticia de la aparición del cuerpo momificado de una mujer llamada Isabel Rivero Molina tras 15 años fallecida, en la más absoluta soledad y sin que nadie la echase en falta.
De una forma descuidada e injusta ese titular intenta resumir la vida de alguien que posiblemente haya vivido como quiso, quizá como pudo, pero en cualquier caso, ¿quién está dispuesto a tirar la primera piedra?
Yo hoy pretendo despedir a Isabel de otra forma lamentando no haberme un día cruzado con ella y haber tenido oportunidad de que me contase la historia de su vida.
Estoy convencida de que fue una mujer hermosa y con grandes cualidades. Sin duda valiente, porque hay que serlo para ponerse el mundo por montera y cruzar esa delgada y frágil línea que nos separa a todos de lo políticamente correcto.
Gracias a ella y a mujeres como ella, hoy día nos podemos permitir ser más nosotras y no depender tanto de la opinión de otros aunque, paradójicamente, en un momento de movimiento feminista en España como el que vivimos, todavía se alzan voces y plumas sentenciando y resaltando aquello que puede vender más.
¿Y qué si era la amante del arquitecto?
Quizá es todavía demasiado estrecho el cuello del embudo que se usa para filtrar a las buenas y malas mujeres y por ello todavía a día de hoy tengamos que seguir exigiendo la igualdad, el respeto y el derecho a ser.
Han puesto su nombre y apellidos y la han catalogado de ser "la amante de...". De él sabemos que es el arquitecto y mientras que a ella se le coloca encima la losa de la moral, a él se le respeta.
Que lástima que se reduzcan los sentimientos de dos personas a una catalogación de tan mal gusto. Quién sabe, quizá si conociésemos su historia sentiríamos envidia, porque lamentablemente no todos tienen oportunidad de vivir una verdadera historia de amor, de esas que contadas por una productora de cine nos haría deshacernos en lágrimas.
No hace mucho tiempo escribí para mi hija una carta que espero lea en algún momento y hoy una parte de ella se la quiero dedicar a Isabel para despedirla y decirle que quizá cuando mi pequeña sea una mujer adulta ya no tendrá que leer palabras que resten dignidad a una vida, a la vida de una mujer.
"Te pido hija que no vivas para complacer a nadie, que aprendas la importancia de decir no y que seas tú la única que pueda juzgar tu propia vida... Quiero que sepas que la moral es un criterio al gusto del consumidor, que el honor no se pierde jamás entre unas sábanas y que la honestidad y la sinceridad es una bandera de hermosos colores.
Recuerda que existen diferencias y similitudes entre lealtad y fidelidad, te aconsejo que seas fiel a tus principios y leal contigo misma".