Carlos Regojo Solla
Y volvamos al amor
Al final, en el proceso electoral en el que estamos inmersos, parece que el escenario es similar, en cuanto a la polarización de voto, a lo ocurrido en todos los procesos anteriores desde el inicio de nuestra democracia. El resultado de las votaciones del próximo domingo, sea el que fuere, parece venir determinado por la influencia de atracción de las dos fuerzas clásicas, derecha e izquierda. Esto convierte a los nuevos partidos aparecidos recientemente,(hasta no hace mucho capaces de hacerse con el poder), en socios de aproximación ideológica en general, más o menos adheridos, como rémoras para subsistir, a los dos polos clásicos, convencidos aun de unas ideologías oníricas de transformación social, posiblemente necesarias cuando hacen acto de presencia notoriamente avalada, como avisos a la comodidad de quienes cometan el error de mirarlos por encima del hombro, que aglutinan a una juventud lógicamente inquieta y que no serán, dentro de su intencional pureza de servicio e igualdad, otra cosa más que bombas de tiempo para el partido que llegue a gobernar con su apoyo, salvo que se dé la muy improbable sorpresa de que uno de los dos clásicos consiga mayoría absoluta.
La actual flojera política de las nuevas fuerzas aparecidas en el panorama español indica dos cosas: una que el bipartidismo sigue con fuerza marcando todos los movimientos de intención, y dos, que, pese a todo lo que se diga, estas elecciones distan mucho de ser un hastío, convirtiéndose en toda una segunda vuelta que, como tal, deberíamos aprovechar a fin de evitar un nuevo estancamiento.
Se impone, pues, una votación masiva dirigida a lugares concretos que cada uno sabrá bajo que siglas se encuentra.