Milagros Domínguez García
Si volviese a nacer...
Quien no habrá dicho alguna vez: "Si volviese a nacer..." en un intento de consolarse cuando una mala decisión a la postre le pasa factura. Pero lo que sí es cierto es que se puede dar esa circunstancia de una forma no esperada o pretendida y que se haga verdad ese "nacimiento" tras sufrir una enfermedad o accidente.
En los hospitales sucede a diario, el personal sanitario trabaja para procurar recuperar vidas "in extremis" cada día pero fuera de ese ámbito, con unos conocimientos básicos y una gran ración de temple, también encontramos personas que se han visto envueltas en una situación donde su actuación fue determinante como sucedió estos últimos días donde se han dado dos casos en los que un adulto y un pequeño bebé casi pierden la vida y que gracias a la rápida intervención de dos Guardias Civiles se pudo revertir el terrible final.
¿Cumplían con su trabajo?
Mi abuela decía que "pan por mi dinero, favor ninguno al panadero", pero no es justo que en determinados ámbitos se emplee tal justificación ya que no hay recompensa económica que resarza el hecho de que enfrenten determinadas situaciones en las que asumen la responsabilidad de lograr que alguien vuelva a nacer.
Dicen que quien se ha visto en ese trance y una vez recuperado cambia su forma de entender la vida, ya que toma consciencia de lo frágil que es y lo delgada que es la línea que nos separa de la muerte.
Me pregunto, ¿qué sienten quienes logran la hazaña de devolvérsela?
Tendría que preguntárselo al Brigada Javier Maquieira, jefe del COC y al Guardia Civil Ricardo Herrero destinado en la USECIC, porque es a ellos a quienes dedico hoy mi pensamiento escrito.
Puedo decir que a uno de estos dos caballeros tengo el placer de conocerle y si hay algo que puedo destacar de su persona es su siempre gentil gesto y su eterna sonrisa, al otro no le conozco personalmente pero estoy convencida de que también es poseedor de una gran sensibilidad y respeto por la personas. Los dos sin duda representan a un cuerpo por el que siento una profunda admiración y que se engrandece con ellos.
Si me viese yo envuelta en la tesitura que afrontaron, también me "temblarían las canillas" porque enfrentarse a la parca se me antoja terrible y es una batalla compleja que en estos dos casos que menciono y a Dios gracias ha tenido un final feliz. Por ello mi enhorabuena y mi afectuoso saludo a los hoy vencedores de una guerra que, aunque duró pocos minutos, a buen seguro debieron percibirlos como eternos.
Me tomo la libertad de dedicarles hoy desde la prudencia y el respeto algo que conocen muy bien y que sin duda cumplieron a rajatabla:
"No debe ser temido sino de los malhechores; ni temible sino a los enemigos del orden. Procurará ser siempre un pronóstico feliz para el afligido, y que a su presentación el que se creía cercado de asesinos, se vea libre de ellos; el que tenía su casa presa de las llamas, considere el incendio apagado; el que veía a su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea salvado; y por último, siempre debe velar por la propiedad y seguridad de todos."