Carlos Regojo Solla
Greta
Que yo recuerde, desde el lanzamiento de las "Spice girls" o de los "Backstreet Boys" no había visto una puesta en escena, un protocolo tan estudiado, tan publicitario, tan a lo Disney, como ésta. Parece un poco la historia de Marco en "Desde los Apeninos a los Andes"; o la mismísima vida de Heidi; o Blancanieves…, incluso esta historia parece rozar las aventuras de Phileas Fogg. Pero en este "briefing", en esta planificación para la mentalización del estudio y solución del serio problema que nos ocupa, todo vale, ya que no cabe duda de que, literalmente, nos jugamos la vida del mundo futuro (amén), y ante eso, el modelo de actuación de la puesta en escena de Greta, es más que correcto y está funcionando.
Se trata del típico personaje del cual oyes hablar, pero que no has tenido ocasión de visibilizar. Alguien que, pese a su juventud, sintoniza en el dial en la misma frecuencia que tú, porque baja a tu encuentro y tú subes al suyo, y no queda otra sabiendo que dejas tu vida repartida entre otras vidas que no pidieron venir y que esperas queden con lo mejor.
Es alguien a quien aún no le habías puesto rostro. Es por ello por lo que, al verla por primera vez, por un instante, da la sensación de encontrarte con la mismísima Bernadette Devlin cuando ésta desbordaba juventud y lucha, allá por los sesenta, mientras The Beatles cruzaban el paso de cebra de Abbey Road.
Nada que ver, sin embargo. Tal vez un mohín, una postura, un par de coordenadas que el cerebro interpreta y el parecido queda en eso, un suave contacto con otros tiempos.
Llegó Greta por mar, en arribada de viento, para mayor incordio de los grandes patrones del negocio brutal y desproporcionado en este pequeño punto azul, perdido en el Universo, que nos ha sido donado impoluto y que hemos convertido en un estercolero. Lo hizo -Greta- como un carismático símbolo de futuro, provocando miedos justificados a unos y esperanzas a los más, para representar la inquietud de nuestros hijos y nietos de conservar un poco de agua fresca y un poco de aire limpio. Pasea tratando de que se la vea, arrastrando con ella la intención simbólica y carismática de un cambio efectivo a lograr en ese nuevo intento, a celebrar en nuestro país, que tratará de poner bases de reducción contaminantes para sanar un planeta enfermo hasta la médula, curación parece que imposible al corto espacio de tiempo de una sola generación más. Observemos que, hoy en día, tres cuartas partes de dolientes por causa de un mundo contaminado son niños.
A quienes dicen que Greta debería estar en la escuela, se les podría contestar que sí, que tienen razón con la salvedad que ya lo está, pero de ponente, en la cumbre del clima, desarrollando una lección magistral que evite sigamos siendo unos irresponsables y para hacer ver a los negacionistas que aún se puede conseguir.
Hemos jugado al derroche; peor, han jugado con nosotros al más puro estilo calderoniano en el sueño que es la vida, aceptando la condescendencia de los panzudos prepostes capaces de horadar y horadar en busca de un desagüe al Universo para verter la basura. Hemos sido "felices" por arañar unas migajas del tremendo pastel, con sonrisas imbéciles en nuestros rostros, creyéndonos los reyes de la civilización, usando caminos cortos, atajos hacia la desgracia, aniquilando bosques, contaminando aire y océanos para acrecentar un lujo pobre, pesetero, al día, colaborando con la oligarquía todavía negacionista porque teme que niños como Greta den el alto a la desgracia parando poco a poco la velocidad de crucero de los glaciares, el loco avance del desierto, el consumo masivo de lo innecesario y el negocio millonario de producción contaminante.
Greta es un símbolo, una marca roja que platica el mismo lenguaje que nuestros hijos y nuestros nietos. Como figura de la lucha en favor de seguir respirando, es indudable que está en uno de los extremos que sin duda es el prioritario. Ella conduce en estos momentos la idea de tocar el freno de un "trailer" a toda marcha sobre una pista de hielo y controlar su inercia. Démosle paso y credibilidad.
¡Bienvenida, Greta!