Manuel Pérez Lourido
Ropa de andar por casa
Andar por casa es más complicado de lo que parece, como estamos comprobando estos días. En primer lugar tenemos el asunto de la indumentaria. Está claro que existe desde siempre un tipo de ropa denomindada "de andar por casa". Ropa cuyos usuarios jamás osarían vestir fuera de las paredes del hogar. Una lectura retorcida de esto es que hay gente que se arregla para salir pero a la que no le importa andar hecho unas pintas delante de sus seres queridos. Después no va a haber divorcios, si todo lo que hay fuera tiene mejores trazas que lo que tienes en casa. En fin, hay que partir de que la prenda de andar por casa por antonomasia es el pijama. No te hace falta ni vestirlo, porque ya lo llevas puesto desde la noche anterior. En cualquiera de sus versiones, corto o largo, acompañado de unas buenas pantuflas, el pijama es un clásico a la hora de echar las horas en casa. No es solo cuestión de comodidad, sino de actitud. Hacer las cosas en pijama expresa un distanciamiento irónico, una displicencia asertiva sobre la realidad vital que te conduce a sentirte por encima de ella. El mundo se cae a pedazos, pero aquí estoy yo en zapatillas y pijama desde hace siete horas.
Después tenemos el hermano mayor del pijama o lo que podríamos denominar una versión más sofisticada, pero todavía campechana de este: el chandal. Sobre todo si es de tactel. Algo tiene este material que lleva a su máxima expresión las posibilidades del chandal como indumentaria de andar por casa. El chandal envía un clarísimo mensaje de que todo te la refanflinfa, de que te pasas las convecciones sociales por su forro, el del chandal, y de que estás de vuelta de todo. Si luego te pones unos zapatos para salir con él a la calle, te conviertes en un ser casi con superpoderes: no te quitarán el ojo de encima.
Existe también otro tipo de ropa más convencional pero idónea para andar por casa. Desde vaqueros derrengados, pantalones de pana que un día merecieron tal nombre hasta camisetas diversas y sudaderas de varios tipos (dos: con capucha y sin ella). En realidad, cualquier prenda con huellas visibles de mucho uso, sin descartar la roña en una medida soportable, sirve como ropa de andar por casa.
Por último está el aditamento ideal para convertir cualquier vestimenta, ojo, cualquiera, incluso el traje más serio, en ropa de andar por casa: la bata de toda la vida. De franela o boatiné a ser posible. Usted llega a casa, se una bata por encima y se transforma en un ser de luz. Todo nuestro poderío, nuestra soberbia, nuestro egoísmo, nuestra mala milk, nuestro odioso carácter, etc queda envuelto y olvidado por y gracias a esa prenda maravillosa.
Concuyendo: no resulta tan baladí esta forzada inmersión en el mundo de la ropa de andar por casa. Es una experiencia que hay que aprovechar y disfrutar minuto a minuto. Tiempo vamos a tener para irnos acostumbrando.