Manuel Pérez Lourido
El aplauso de las 8
Vamos ahora a hablar de una de las grandes ideas en este tiempo de reclusión por orden gurbenamental. "Confinamiento", que es otro término al que se está recurriendo, significa según la RAE "Pena por la que se obliga al condenado a vivir temporalmente, en libertad, en un lugar distinto al de su domicilio". Resulta más apropiado "cuarentena" que es "aislamiento preventivo a que se somete durante un período de tiempo, por razones sanitarias, a personas o animales". Bien, ahora que somos unos expertos en denominaciones relativas a nuestro cautiverio, volvamos al asunto principal: el aplauso de las 8 de la tarde. O de la noche, según algunos autores. No vamos ahora a divagar si es tarde o noche, libertad para que cada uno lo llame como quiera.
El sábado 14 de marzo se realizó una convocatoria a través de distintas redes sociales para salir a ventanas y balcones a las diez de la noche a aplaudir en reconocimiento de la labor de los sanitarios en esta crisis. Al día siguiente, domingo, se adelantó la convocatoria un par de horas para que los niños pudiesen participar del aplauso sin que anduviesen pegándose cabezazos contra los marcos de las ventanas y las barandillas de los balcones por culpa del sueño. Con el paso del tiempo y de forma tácita, se hace extensivo el aplauso a todas las personas que siguen trabajando en distintos ámbitos para servirnos a los vagos que estamos en casa sin hacer nada. En esta acción colectiva se cuelan personas que luego pegan infames cartelitos instando a vecinos suyos que pertenecen a los colectivos homenajeados a que se vayan a vivir temporalmente a otro lado (esto sería confinamiento). Esto es así porque estas personas de los cartelitos están cagadas de miedo y suman a su cobardía una importante miseria espiritual. Pero, obviemos esto, y congratulémonos de todos los demás, los que aplauden y los que de forma solidaria sacan a la ventana vuvuzelas, bocinas, trompetas y llenan los momentos previos y posteriores al aplauso de ruido y jolgorio. Por no mencionar a los que convierten ese rato en una sesión musical asomando los altavoces de sus equipos de música para que todo el vecindario escuche temas como "Resistiré", con los que ponen a prueba un día sí y otro también la resistencia de sus convecinos. Y los de "Resistiré" y "Sobreviviré" aún tienen un pase: los que aprovechan para poner reguetón merecen la cárcel. Seguro que son los mismo que los que ponen los cartelitos, o familiares de ellos.
Luego hay algunos que empiezan la algarabía unos minutos antes, probablemente gente descendiente de algún Adelantado mayor, cargo surgido en el siglo XIII por iniciativa del rey Alfonso X. Hay a quien le fastidia ese desfase horario, pero no está mal que algunos empiecen a caldear el ambiente y de paso recuerden al resto que se acerca el momento.
Llevamos un mes aplaudiento puntualmente a las ocho, habrá casos en que esto sea lo único de provecho que se hace en todo el día. Otros, como la gente que sufre de vértigo y vive en pisos altos, que rozan la heroicidad e incluso algunos que no se enteren y lo hagan pensando que se trata de darnos ánimos entre todos. Que también. Claro que sí. Viva nosotros.