Pedro De Lorenzo y Macías
Caco: Sus vivencias, sus angustias
CAPITULO IX.
LAS AMIGAS DE MAMÁ LUISA.
Llegó la tarde. Había sesión de té; venían unas amigas de Mamá Luisa; eran muy distinguidas, remilgadas; conocían los blasones, la nobleza, los altos cargos de la ciudad. En la tertulia criticaban al país, hacían notar la falta de moral, de caridad.
En el tema de Corazón, desmenuzaban al personaje que estaba en el candelero: era tal la mordiente que el personaje quedaba en los huesos y eso porque eran caritativas. Criticaban a otras amigas no presentes, y otras chorradas. Mamá Luisa no era así, pero eran sus amigas.
La Marquesa presumía de sus zapatos nuevos y absorta en la exposición de su compra, pisó las cacas de Caco. Las otras amigas notaron el césped de un olor desapacible, lleno de inmundicias.
Mamá Luisa salía toda contenta a recibirlas; se quedó de piedra, no podía articular ninguna palabra: ¡Todo estaba sucio! Tuvo que limpiar todo, incluido los zapatos de la nobleza, dar disculpas. Caco recibió una reprimenda de campeonato y con zapatilla en mano. Le dijo que le daría mil zapatillazos si volvía a desobedecer.
Caco se quedó triste, castigado en su casita, aburrido y con hambre. No sabía lo que había hecho: las cacas se escaparon sin avisar, no lo hizo queriendo. Odiaba la Caca y el pis.
Llegó Simón; saludó a las damas que mantenían una dialéctica muy interesante, y que se estaban muy entusiastas en la gran merendola, puesta en la mesa.
Fue en busca de Caco; este salta de alegría y con sus guaus le contó a su amigo sus penas y tristezas; Simón lo entiende, le da la merienda, lo lleva de paseo; su primero, al bosque de enfrente de la casa. Aún es pequeño. Va al lado de Simón porque todo le era desconocido. Pero él es terco, metido, curioso.
Descubre unas conejeras, y quiere jugar con los gazapos. Mamá Coneja le llama malo, asesino... ¡No entendía nada! En vista de los insultos empieza a ladrar y a corretear junto las madrigueras, y recriminó a Mamá Coneja con sus ladridos y locas carreras.. Simón, luciendo su pipa, se lo pasaba en grande; pronto Caco quedó agotado.
Anochece; las damas se despedían de Mamá Luisa, satisfechas de las noticias aportadas y recibidas; tenían temática para la reunión de mañana en casa de otra amiga; eran unos angelitos en comentarios, invenciones, críticas constructivas, según su manera de pensar.
Para Simón eran unas brujas que solo venían a merendar y criticar a todos, incluso a él. Las despidió con un saludo breve y comedido.
- ¡Ay! Simón voy ser el hazme reír de toda la ciudad, y por culpa de Caco. Es un gamberro; llenó de caca todo el jardín y a la marquesa casi le da un desmayo. ¡Qué bochorno!
Caco viendo la panorámica, se fue derecho a la cama en el garaje. Sabía que después Simón pasaría a contarle cuentos. Se durmió muy profundamente.
Pronto se encontró en un País oscuro, sucio y maloliente; sus habitantes eran unos monstruos feos, diabólicos. Lo ataron con ligaduras de caca de gato, y fue llevado junto al Rey Caca, que era enorme; sus ojos eran apestosos, sus manos untosas, la boca llena de caca y pis; en sus manos tenía un gran cuchillo oxidado, vetusto, y con un tridente. Se acercaba, más....., más..., ya muy cerca. Reía y disfrutaba; El Rey Mierda se iba a comer a Caco; abrió su boca de túnel negro, la abrió más, lamió sus labios, se lo iba a tragar.
- ¡Guauuuuu, guauuuuu!
- ¡Can do demo, deixa de chorar!
- Miau, Miau.
Simón llegó en su ayuda; temblaba, sudaba; se echó en los brazos de Simón y lloró mucho. Éste lo consolaba, pero le entró el hipo; contó a lágrima viva que el Rey Caca se lo quería comer. ¡Tenía mucho miedo!
Simón cogió su manta, le siguió. ¡Ah! Se para, vuelve, regresa con la camiseta que le regalara Simón. Lo acomoda a los pies de la cama; ya sereno, se duerme. Vuelve al ataque el Rey Caca; se despierta; coge la camiseta y se acomoda encima de la cama; le echa la lengua al ejército cacoso, que huye. Se duerme feliz.
CAPITULO X
SUS PRIMEROS LOGROS.
Caco llega feliz, agarra el mandil de Mamá Luisa, la lleva; como un general, muestra su trofeo: había hecho la caca en el sitio señalado. Mamá Luisa se enorgullece, le regala un higo. Había crecido un poco: se vislumbraba que iba a ser un perro ágil, elegante, esbelto, pero muy bondadoso. Estaba muy delgadito, con unas patas largas, pero bien compensadas. Su pelo se había tornado atrigado, pero en la barriguita tenía unas manchas blancas, también en el hocico. Sus ojos castaños oscuros eran vivos, pillos, traviesos.
Ya había dominado sus cacas, aunque alguna vez se le escapaban. Tenía libertad para moverse por toda la finca. Mamá Luisa lo adoraba, aunque tenía la zapatilla presente, por si las moscas.
Caco odiaba la zapatilla y le juró que la mandaría al exilio; dormía solo, en su casita o en el garaje.. Estaba creciendo, y se sentía muy chulito.
Subió al dormitorio en busca de su ama, pasa frente el armario, tenía un gran espejo, sigue.., se detiene. Vuelve y se ve reflejado:
- ¡Gatos! ¿Quién eres? Esta es mi casa y ya te estás largando”.
Como su imagen lo imitaba en todo, pensó que le estaba haciendo burla, y arma la de San Quintín. Mamá Luisa se moría de risa, lo apacigua, le explica que los espejos reflejan a unos mismos; se miró de nuevo: era él, pero se quedó un poco mosqueado.
Fue al espejo de abajo, se vio igual; aprendió una cosa nueva: el espejo muestra si estás guapo, limpio, sucio, sin lavar, bien colocado o piltrafas: él se encontró guapo, elegante, pero sin rabo.
Estaba muy mosqueado por los robos del pienso, aunque se alegraba; pero no podía permitir en su territorio semejante ultraje. La noche era calurosa, y se quedó a dormir en su casita.
El cuenco estaba lleno de pienso; hizo que se iba al garaje, pero se escondió bajo sus amigas hortensias. A media noche, un gato horrible, hijo de Doña Carca, entró en el jardín como Perico por su casa, se fue hacia el pienso. (Continuará).
Texto y fotografías: Pedro de Lorenzo Macías ©