Pedro De Lorenzo y Macías
Caco: Sus peleas en defensa de su territorio
CAPITULO XI
- ¡Alto! Gato imbécil.
- ¡Fuuu! Cara de culo, perrito faldero.
- Guau, gato porcallento, apestoso. Te voy a sacudir.
- ¡Fuu! Una mierdiña como tú, Ja, ja.
Caco le lanzó sobré él y se confundieron los guaus con los miaus; los dos rodaron por el suelo, armando un escándalo político. Se despertó todo el vecindario.
- Me cajo no mundo, can da merda, deixame dormir.
Mamá Luisa encendió la Luz y el cobarde del gato se escapó. Caco estaba todo arañado y con una buena paliza; le curó sus heridas, lo consoló. No tuvo bronca, sino un premio. Había acertado: tenía que defender su territorio.
El gato presumía ante sus amigotes de la pelea, pero nunca más se atrevió a entrar solo, por si las moscas. Caco regó con varios pis los límites, señalando: “ son mis dominios”.
Caco se levanta e inspecciona toda la finca; después del desayuno se acostaba junto a su casita. El cuervo volvía a insultarle, no le hizo caso.
Pero el malvado bicho picó una piña que bajó como un proyectil, rozando a Caco: Sé las juró.
Las risas del cuervo eran muy sonoras, burlonas, muy matón y poco inteligente. Caco sabía que le comía su pienso, entonces no le importaba; hizo que se iba para el garaje; el cuervo lo siguió; ya confiado, bajo para saborear el pienso con un ojo en la puerta.
Caco salió por una ventana lateral, sigiloso, se colocó detrás del cuervo; se lanzó sobre él: Otra pelea. Si no es por Mamá Luisa se queda inválido, ya había perdido un ala, una torcedura de pico; huyó entre las risas de otros animalitos. Caco guardó la pluma como un trofeo de guerra.
Esta batalla le dio ánimos; fue al encuentro de la familia lagarto y le dio unos días para que emigrasen. El Lagarto lo tomó a broma y le escupió en un ojo. En su casita, de noche, planificaba la operación lagarto; tenía que echarles, ya que le daban miedo a Mamá Luisa. Tuvo paciencia; agazapado, esperó que el presumido lagarto saliese a tomar el sol, confiado, altivo, se pavoneaba por el jardín.
Caco lo acorrala; se queda de piedra: su instinto le dice que no debe correr, sino hacer frente con sus mandíbulas. Se levanta y enseña sus armas. Caco, furioso, echa espuma por la boca; ladra, y lo rodea con locas carreras. Don Lagarto le da la espalda y Caco con una pata lo lanza al cielo, al caer le da un zarpazo, lo deja atontado.
- ¡Guau! No quiero hacerte daño, ¿Tú verás?
- Has vencido. Nos iremos.
La familia lagarto, y otras de su especie, emigraron de la finca, pues no querían correr riesgos. La pelea fue presencia por Mamá Luisa que quedó muy orgullosa de su travieso Caco; cogió el teléfono, y contó a todas sus amigas las hazañas de su perro.
Caco escuchó como lo alababan, y se fue muy chulito a vigilar la huerta.
Encontró a la mariposa, armó un follón que escandalizó a los transeúntes; hubo que calmarlo, con un par de higos. Se estaba tomando su trabajo muy en serio.
Estaba encima del muro, esperaba a Simón; tenía que contarle todas sus hazañas. La gente le decía cosas bonitas, pero, él serio, frío, no se inmutaba. Se ponía muy contento cuando los niños le hablaban, hacía unas gracias y reían todos.
Llegó Simón y le enseñó sus trofeos; le contó la pelea con el fiero gato, la paliza que le dio al maleducado cuervo, la victoria con las familias lagarto que emigraron todos. Simón lo acarició muy contento, Caco empezó a dar saltos y besos.
Se fueron al salón para ver las noticias: hablaban de las Vacas Locas.
Caco fue a la cocina y trajo a Mamá Luisa y en ese momento daban la siguiente noticia: “La enfermedad de las vacas locas, parece ser que fueron provocadas por unos piensos contaminados”.
- ¡Guau, guau!
Simón se echó a reír; Mamá Luisa quedó perpleja, pensativa, siguió con la cena. La duda se apoderó de ella; Caco cenó arroz con salchichas. Se fue al jardín, dijo que se quedaba a dormir en su casita.
- Simón, este Caco es el demonio, ¡Cómo entiende! ¿O eres tú el que lo manipula? Lo estás educando mal, lo echas contra mí, y me haces perder autoridad. ¡Claro! Tampoco sabemos los controles sanitarios de los piensos. ¿Y sí tiene razón y es caca de gato? No sé..., no sé. ¡Huy! Nunca tengo tranquilidad, y tú tan feliz.
- No desbarres; es un cachorro muy inteligente y te quiere mucho, entiende todo. Al oír lo de las vacas, saltó como una centella; a él no le gusta el pienso.
- Pues yo no voy a ceder, lo comerá. ¿Y si enferma? ¡Es horrible! No sé qué hacer. Machos, me rompéis la cabeza.
Enfadada, se fue a la cocina y le entró la risa: ¡Este Caco tiene cada cosa! Caco estaba explorando su territorio y en un rincón encontró a Don Cuervo, malherido, y gimiendo.
- Croaack, croaack...!
- Guau: “ Ves, cuervo, como nunca se puede abusar e insultar a los pequeños; estos crecen y después te sacuden.
- ¡Croac! Tienes razón y te pido perdón; ten compasión de mí.
- ¡Está bien! Seremos amigos. Te llevaré a mi casita y te cuidaré.
Caco fue al garaje y cogió su mantita, su camisa; con ella arropó a Don Cuervo; estaba bastante lastimado; lamió sus heridas. Fue a junta Mamá Luisa con el cuenco y le pidió pienso
- ¡Guau?
- ¿quieres pienso?
- Guau.
- Eres el demonio. No hay quien te entienda. ¡Está bien! Te lo daré, pero por hoy ya está bien de dar la tabarra.
Caco le dio de comer a Don Cuervo que apenas pudo tragar unos granos; pero bebió mucha agua. Lo volvió a arropar de nuevo y durmió junto a él. ¡Qué gran corazón y hermoso cuadro! Las estrellas se emocionaron, llorando brillos y guiños de fraternidad.
Mamá luisa le contó a Simón lo del pienso y éste se echó a reír, recibiendo una bronca muy femenina y sin fundamento. Es domingo. El sol, algo perezoso, se levanta bonachón, suave, agradable. Las nubes tomaron descanso y los gallos con sus kikiriquis....., armaron su festival machista.
Caco despertó; vio que Don Cuervo no se encontraba bien; asustado, subió a la casa y con sus patas llama a la puerta del dormitorio. Simón salió, lo cogió por la bata y lo llevo a toda prisa a su casita. Viendo el panorama llamó a Dimas que pronto se presentó.
Lo inspeccionó; le vendó una pata, enderezó su pico y curó sus heridas; le dijo que en unos días podría volar, que podía comer el pienso y agua con unas gotas. Se fueron los dos amigos, hablando que los animales también tienen corazón, inteligencia, y que suelen ser mejor que los humanos. Mamá Luisa se enteró de todo y se sintió muy feliz: ¡Qué bueno es mi Caco!
Don Cuervo se encontró mejor y empezó a contar chismes; Caco se moría de risa; así empezó una gran amistad. (Continuará).
Texto y fotografías: Pedro de Lorenzo y Macías.®