Manuel Pérez Lourido
Cayetanos
Distancia social. Menuda dupla. A la altura de "nueva normalidad". Se está poniendo de moda la ingeniería verbal, la pirueta semántica, la lógica ilógica. Aunque puedo decir que hace unos días logré comprender eso de la distancia social. Fue contemplando la cacelorada de los cayetanos: ese levantamiento en el barrio de Salamanca para protestar contra el gobierno que está oprimiendo a ese puñado de pijos. Pijos no es aquí un insulto, sino la confesión de una preocupante ausencia de vocabulario para designar algo que esa palabra logra sintetizar como ninguna otra. Palabra que en otros tiempos poseía distinta connotaciones (¿se acuerdan del "Pijoaparte" de Marsé en "Últimas tardes con Teresa"?). Pues ahora usted dice "pijo" y se le aparece un muchachote vestido de marca, agarrado a la rojigualda y percutiendo un recipiente de acero inoxidable mientras pide: ¡libertad!, ¡libertad! No están ahí reinvindicando alienados derechos sindicales, o exigiendo un aumento salarial o reclamando prestaciones sociales. No: piden libertad. Para ellos la libertad es que no los gobierne una coalición de centro-izquierda (eso, como mucho) aunque ellos los tienen por proto-estalinistas o algo así. Contra eso protestan, contra el resultado del proceso democrático. A los que padecen legislaturas de gobierno de derecha en Madrid y en Galicia, no se les ha ocurrido manifestarse contra el resultado de las urnas, entre otras cosas porque es inútil y absurdo. Por otro lado es comprensible que, como esta pandemia ha restringido las actividades de ocio y el tiempo libre es muy puñetero porque puede terminar llevando a la reflexión, aunque sea por aburrimiento y eso es una abismo para algunas personas, hay que inventarse lo que sea.
Volviendo al asunto de la distancia social, decía que yo la vi ahí, en vivo y en directo, contemplando esas espeluznates imágenes (por ejemplo, la foto de un tipo que aporreaba una bandeja de plata, o de alpaca, con una cuchara, seguramente porque su madre necesitaba la cacerola). Ahí entendí la kilométrica distancia social hay entre algunos ciudadanos y uno mismo.
Otro asunto que soliviantó a estas gentes, hablo de las gentes de derechas, fue el acuerdo del gobierno con Bildu para derogar la reforma laboral, una penosa jugada política pero totalmente legítima. Reprochan a Bildu sus orígenes de apoyo a ETA (no dicen nada del crucial papel de Otegui en el fin de la banda) y está claro que Bildu arrastra ese lastre. Pero también el PP arranca del franquismo (Alianza Popular la fundó un ministro de Franco) y eso sí les resulta fácil de asimilar. Por no hablar de las ciento y pico de ocasiones en que el PP ha firmado algo con Bildu en el Parlamento Vasco en lo que va de legislatura. Eso ya tal. Mientras PP y Vox se dirigen a Bildu llamándole ETA o "batasunos" y sus columnistas de cabecera se rasgan las vestiduras en cada frase, seguimos haciendo el ridículo como sociedad. El "quítate tú para ponerme yo", y esto reza para tirios y troyanos, solo refleja baja estatura moral.