Manuel Pérez Lourido
Desescalando
En plena desescalada de las medidas contra la pandemia podemos abordar algunas conclusiones. Por ejemplo, que el tema de las fases ha terminado en desfase absoluto (como era previsible). Vamos por la segunda y nos hemos adentrado en el caos. Ya no sabemos a qué hora del día ni quiénes pueden hacer qué cosa. Te asomas a la ventana y piensas: ese niño, qué hace por ahí, ¿puede estar paseando ahora?, y aquel señor mayor… ¿es su hora de paseo?, aquel grupo de chavales, apiñado como el grupo abeliano que novelara Xosé Cid Cabido, sin trazo alguno de mascarilla ¿pueden estar por ahí?, déjame contarlos… es un sinvivir. Yo he decidido echarme a la calle cuando lo necesite y que sea lo que Dios quiera. Además, seguro que paso desapercibido entre tan variopinta concurrencia. Debe haber un 1% de viandantes que estén autorizados a serlo en ese momento concreto.
"Hay una tremenda belleza en las cosas ordinarias" dice el personaje de Pam Beesley en el último episodio de The Office y esas palabras se han hecho carne y habitado entre nosotros en estos duros tiempos. Cada pequeño gesto vital está, y lo hará al menos durante una temporada, dotado de una significación que antes simplemente era pasada por alto, como si tuviésemos derecho a todo y a cualquier hora.
Ahora que comenzamos a vivir de nuevo (lo anterior era sobrevivir) aunque poco a poco, convendría ir anotando en un papel las cosas con las que estamos disfrutando día a día. "Lo cotidiano en sí mismo es ya maravilloso. Yo no hago más que consignarlo." dijo Kafka y se quedó tan ancho, porque tenía razón. Pero esa sensación se acabará terminando y la existencia nos acabará pareciendo, si no hacemos lo posible por impedirlo, una sucesión de repeticiones a las que dejaremos cobrar poderes anestésicos. Sé que este final de artículo se está dirigiendo peligrosamente al "territorio Paulo Coelho" y lo peor es que no sé cómo evitarlo. Bueno, no, sí que lo sé: que ustedes sigan bien.