Vanessa Rivas
Cómo enseñamos y aprendemos a abandonar
De todos los sentimientos que he experimentado en mi vida, sin duda, el peor ha sido el del abandono. Es la suma del dolor, la tristeza, la decepción, la incredulidad, la desolación y el desconsuelo para dar como único resultado el vacío. Si además del vínculo emocional existe una dependencia de las necesidades más básicas, lo esperable entonces es también el hambre, el frío, el sufrimiento,el miedo, la enfermedad y tal vez la muerte... una muerte contra la que quizá se haya perdido las ganas de luchar desde el primer momento en que se sufre el abandono a manos de quien se suponía te iba a querer, cuidar y proteger toda la vida.
En estos días hay muchas personas que abandonan sin dudarlo, por costumbre, por egoísmo, por falta de empatía, por falta de responsabilidad o por no gastar unos euros que probablemente la mayoría sí dispongan de ellos. No son desconocidos malvados y perversos quienes lo hacen; son tus vecinos, tus padres, tus abuelos, tus amigos, tus compañeros de trabajo... o incluso tú. Algunos tal vez lo hagan en secreto, pero otros sabemos de sobra que lo hacen y callamos, miramos para otro lado y no hacemos nada por impedirlo. Probablemente los que estáis leyendo esto, en un formato digital, sois en su gran mayoría, de una determinada generación, en teoría más informados, conscientes y concienciados del respeto a los animales. Creo que es tarea nuestra enseñar a nuestros hijos con el ejemplo y a nuestros mayores con suficiente insistencia para acabar con muchas costumbres.
En días como hoy las calles se llenan de personas que abandonan camadas de gatos y perros, con o sin sus madres, o a las propias madres todavía gestantes... el horror que sufren ya lo he descrito, ya todos sabemos las atrocidades que se hacen con ellos o las condiciones a las que se les condena a vivir si sobreviven y no encuentran una familia que los adopte. No me voy a centrar en eso, me voy a detener en todo lo que enseñamos con eso. Estamos enseñando a nuestro hijos a abandonar.
Los estamos enseñando a utilizar a un ser vivo para su disfrute y entretenimiento y a deshacerse de él cuando ya no resulte conveniente. No nos puede resultar extraño después que abandonen tan fácilmente a una pareja, a un amigo, a un hijo, a sus propios padres o a sus abuelos cuando les supone un esfuerzo o entorpecen sus planes... se lo hemos enseñado nosotros.
Les hemos enseñado también a no anticipar las consecuencias, a no tomar las precauciones debidas, a no responsabilizarse de sus actos y a desentenderse o deshacerse después del problema. Sí como adultos, con conocimiento de causa, dejamos salir a gatos o perros sin esterilizar al exterior y nos deshacemos del problema más tarde, no podemos extrañarnos de que nuestros hijos adolescentes aprendan a no tomar precauciones para evitar embarazos no deseados... habrán aprendido que ya se solucionará a posteriori con una pastilla, un aborto, una adopción o un abandono.
Si creemos además que el problema y la responsabilidad es sólo de quien tiene hembras, estamos contribuyendo además a mantener esa desigualdad de género y a transmitir comportamientos sexistas, que tanto daño siguen haciendo en nuestra sociedad. Cargamos a las mujeres con una responsabilidad, una culpa y un problema y eximimos a los hombres de todo ello.
Si no somos los responsables del abandono pero miramos para otro lado cuando sabemos que hay allegados que lo hacen año tras año por costumbre, o no socorremos a un animal enfermo o herido que vemos desprotegido en la calle yendo con nuestros hijos de la mano, estos aprenderán a hacer lo mismo, a no denunciar a quien comete el abuso o el maltrato, a ser cómplices, a no socorrer al herido y a no ayudar al que está en una situación vulnerable... ya sea un animal o una persona.
Y si en vez de contribuir a ser parte de la solución adoptando un animal de compañía, lo adquirimos a base de talonario y basándonos en criterios estéticos o de estatus social, no estaremos enseñando a nuestros hijos más que a elegir a sus compañeros de vida, ya sean amigos o pareja, basándose en los mismos criterios.
Creo que no somos del todo conscientes de cuán fácil se enseñan y se aprenden cosas como estas, de forma involuntaria e inconsciente. Si enseñamos a cuidar a nuestras mascotas hasta el final, a responsabilizarse de ellas en todos los sentidos, a ser empático con sus necesidades y a quererlas incondicionalmente ya sean bebés adorables, cachorros juguetones o ancianitos enfermos e independientemente de la raza o mezcla que sean, estaremos enseñando a que traten de igual modo a las personas. Tal vez estemos contribuyendo con nuestro granito de arena a mejorar las relaciones entre compañeros, amigos y parejas, a evitar el maltrato y el acoso, a tener relaciones sexuales de forma segura, a evitar embarazos no deseados, a responsabilizarse del cuidado de familiares enfermos o dependientes y de nuestro mayores hasta el final.
Adopta, esteriliza, rescata, conciencia, denuncia...educa. Hazlo por ellos, hazlo por nosotros.