Manuel Pérez Lourido
Días de calor
La tarde está calurosa, seguramente algo tiene que ver que llevemos más de un mes de verano. Últimamente sospecho de todo. Como llevo tiempo sin asomarme por aquí, igual está bien hacer un somero resumen de cómo andan las cosas. Comencemos por lo fundamental: ya ha terminado la liga de fútbol más rara de la historia, una competición que ningún equipo parecía decidido a ganar en la primera división. La competición de segunda ha finalizado también, a falta de un partido, y ha quedado campeón el coronavirus.
La vida sigue, aunque andamos dando vueltas enmascarados y se produzcan rebrotes en entornos en los que la juventud no entiende de restricciones. La juventud, por definición, se cree inmortal. Ahora le vas a venir tú con un quítate pallá con ese virus. La juventud siempre ha sido de divertirse por encima de sus posibilidades, y eso que sus posibilidades son infinitas practicamente.
Feijóo ha ganado las autonómicas gallegas con la gorra. Una que heredó de Fraga. Galicia se parece a Castroforte de Baralla, esa población que inventó Torrente Ballester para "La saga-fuga de JB", que levitaba en los días de niebla. En asuntos de política, Galicia está en un continuo levitar desde hace décadas, sin sufrir ni padecer, salvo durante los cuatro años del bipartito (que parece que fueran el horror de los horrores). El BNG se ha aupado sobre los hombros y el sentido común de Ana Pontón hasta unas cotas que no veían de los tiempos del mejor Beiras. Y eso que es difícil encontrar unas formas más antitéticas a las de Pontón en cualquier otro político que no sea Beiras. Gonzalo Caballero ha clavado los resultados de cuando su tío Abel se presentó a la Xunta, mucho antes de transformase en calabaza de la suerte como en un concurso del 1, 2, 3 y armarla gorda en Vigo y en el viguismo. La calabaza de la suerte solo salía muy de tarde en tarde, al igual que a Vigo solo le sale un Abel Caballero de pascuas en ramos.
La tarde está calurosa y la estacas y cuerdas que puso Martín en Silgar se mueren de risa porque la gente, afortunadamente, entiende los arenales como un territorio inacotable. En las playas de Galicia que están sin acotar, en las playas españolas que están sin acotar, en las playas de todo el mundo que están sin acotar, la gente va y ocupa la arena, vigila para mantener una distancia con el prójimo, y tan ricamente. A veces las ideas geniales terminan en trapallada, sobre todo cuando las cimenta la desconfianza en la capacidad de la xentiña en cuidar de sí misma. Si algo se aprende pasada la adolescencia es a cuidar de uno mismo. Lo malo es que la adolescencia se ha venido extendiendo en el tiempo y ahora tenemos que cuidar de que gente que ya debía estar hecha y derecha no ande pintando la mona y contagiándose a lo loco.