Pedro De Lorenzo y Macías
Caco: Jeremías y Bucanero
Jeremías está achacoso...., castigado por los trabajos, penalidades. Encorva su espalda recia y ancha; delgado, de tez morena, acerada por las cicatrices del mar; sus brazos son largos, con unas manos huesudas, llenas de callosidades.
Tiene el pelo cano, una barba libre y caprichosa; su porte es elegante, de una melancolía de tristeza, de pérdida de amigos, de amor..... Estaba solo.
La mirada era potente, lejana..., muy lejana, sin expresión; aparentaba calma como el mar, pero había lucha, fiereza, enojos encubiertos. Fue y es pescador......, aún faena en los mares de bajura. Sufrió y peleó con miles de tormentas en los distintos mares; vio como éste se tragaba a sus amigos, a sus compañeros, pues cuando el mar se enfadaba destruía y mataba.
Le tiene gran respeto al mar, al cual venera, al cual odia; le dio todo lo que tiene, pero le quitó a sus hijos y enfermó a su mujer, que murió.
Vestía sencillo: unos pantalones de pana, botas, camisa de algodón; se cubría con una boina negra, que llevaba con mucho estilo; fumaba cuarterón, pues liar los cigarros le relajaba; a veces usaba una de las muchas pipas que tenía.
De madrugada iba hasta el puerto; tomaba un café en el bar de la Lonja, que siempre estaba lleno de marineros; todo el mundo lo respetaba, pero también le temían: pues lo desconocido siembra pánico, incertidumbre, malestar.
En su gamela visitaba sus nasas y las gaviotas conversaban con él. Recogía nécoras, centollas, bruños, pulpos, y otros peces. Volvía a poner cebo en las nasas y retornaba al puerto. Su mirada iba hacia la lejanía, a lo infinito..... Se comunicaba con los suyos, susurraba al viento que pronto se convertiría en mar, en universo, en nueva vida.
En el muelle ya le esperaban los compradores de siempre, pues su mercancía tenía buena calidad y fama; recibía el dinero pactado; llevaba a su gamela al sitio que tenía destinado, la aseaba.
En un carrito de madera, colocaba un poco de su pesca, las compras diarias. Su casa estaba en un monte, que se llegaba por una gran cuesta; a veces el carrito le podía.
Ya era de tarde y el sol apretaba lo suyo. Con su boina calada iba paso a paso, venciendo la tortuosa escalada.
Caco se acerca y empuja el carrito con su cabeza.. El viejo se volvió...
- ¡Guau!
Sonrió, se dejó querer; pronto se sumó a la tarea Bucanero.. Ya estaban los tres sentados en el porche de su casita marinera, cubierta de redes, de objetos marinos, de sabor a sol, a luz, a cielo, a verde. Comieron en silencio.
Varios días, la misma tarea y estos los unió. Jeremías acogió con mucho cariño a Bucanero. De noche, le contaba sus aventuras, avatares y penas; compartían cena, diversión, cariño.
Tenía mucho dinero, que lo guardaba en su casa. En las tabernas se discutía la cantidad, el montón de billetes, contando con la pensión y lo que recaudaba diariamente con la venta de sus productos marinos.
No era tacaño, pues ayudaba, de incógnito, a muchas personas necesitadas. Tenía una sola nieta que estaba en la Universidad, en Madrid. Le enviaba todo el dinero que necesitaba y más..... Solo esperaba vivir para verla ya licenciada, pues ya le faltaba poco. Era su motivación vital.
El pueblo se vistió de fiesta y fue desbordado por mucha gente de distintos pueblos, culturas, educación y modos; pero entre ellos hay inconscientes, gamberros, matones.
Llegaron los motoristas, con sus prendas de cuero, cascos, botas de media caña, pañueletas... En su gueto, se clasificaba las categorías según el valor, potencia de la moto; también de la pericia del motorista.
Alcazaba fama el que realizaba las acrobacias más peligrosas. Tenía una gran filosofía: la velocidad, el alcohol y las mujeres. Dormía sobre la madre naturaleza, se alimentaban de la ayuda de sus fans.
Pronto hubo ruido, discusiones, accidentes, pero era la moda: ¡El Día del Motorista! Todo está permitido y la policía se tomaba unas pequeñas vacaciones. Eran un hormiguero, pronto se adueñaron de los bares, de las playas.
Unos pocos escucharon en la taberna marinera las riquezas que atesoraba Jeremías en su casa, que era un amarrica, y no sé que lisonjas de envidia pueblerina.
A Caco no le gustó, se despedía de Bucanero comentando la mala espina.
El mar se enfadó; empezó a vomitar brumas, nieblas, oscureciendo la luna, las estrellas. La noche se volvió tosca, amenazadora, confusa, tétrica....
Jeremías fumaba su pipa; Bucanero estaba inquieto, Caco no podía dormir y estaba pendiente de la casa de Jeremías, que estaba no muy lejos, por detrás del chalet.
Unos jóvenes llamaron y le pidieron cena a Jeremías; los acogió; ellos contaron sus historias, fueron agradables mientras cenaban. El viejo marinero se confió; de pronto uno, esgrimiendo una gran navaja, le dijo que le entregase todo su dinero.
Bucanero se lanzó y agarró su brazo con fuerza, dando un gran aullido; el joven gritaba de pavor; uno de sus colegas, con una estaca le golpeó, pero cuando se disponía a rematarlo, Caco entró como un rayo, le dio un gran golpe que lo dejó K.O. Con su fiereza espantó a los otros, que huyeron; uno olvidó su moto, otro se dio un trompazo, de los demás no hubo señales.
Bucanero estaba inmóvil. Jeremías lo acariciaba; sus ojos duros, recios, se llenaron de lágrimas. Caco salió muy presuroso, corría, volaba.... ¡era una centella!
Llegó a casa, llamó a Simón, que bajó muy preocupado. Lo asió por la manga y lo llevó hasta casa de Dimas; uno se queja de los médicos, pero recurren cuando lo necesitan.
Dimas vio a Caco muy agitado, nervioso: algo grave ocurre. Se dieron prisa y le seguía en un todo terreno, pronto llegaron a casa de Jeremías. Entró veloz y beso a Bucanero.
Simón y Dimas ya vienen.
Dimas le puso un calmante, lo examinó, palpó todo su cuerpo.
- No es grave. Está conmocionado, tiene unos pequeños hematomas en la espalda; le vamos a poner hielo. Jeremías, mañana le untas con esta crema, que beba mucho y descanse.
- ¿Cómo se encuentra usted?
- Bien. ¿Se pondrá bien mi Bucanero?
- Si. ¿Qué ocurrió?
- Unos jóvenes me pidieron de cenar, los invité; de pronto intentaron robarme. Bucanero se lanzó hacia ellos y lo molieron a palos; Si no es por Caco, lo matan; Caco los puso en fuga y dos iban heridos, dejaron una moto.
- ¡Tranquilo, ya pasó! No te fíes de los desconocidos, dan muchas sorpresas.
- Tienes razón, Simón; siento las molestias. ¿Sabes? Tienes una joya en casa...: CACO.
- Lo sé y me siento muy orgulloso de él; pero ahora descansa. Dejaré a Caco con vosotros para que os haga compañía. Ten, estos son los números de teléfono. Si surge algo avisa.
- Lo mismo te digo, Jeremías. Cierra bien la casa. Ya he arropado a Bucanero. Mañana estará mejor.
- ¿Cuánto te debo, Dimas?
- Con tu amistad es suficiente. Descasad.
Dieron parte a la Guardia Civil que se personó y tomó declaración a Jeremías. A Caco le cayó muy bien los de la Benemérita, pues en la trastada con Doña Carca había hecho la vista gorda y se libró de la perrera.
La noche se hizo larga. Bucanero dormía sedado; sus amigos estaban a su lado, velando sus sueños, y esperando que pronto se ponga bien. Caco se preguntaba por qué ese comportamiento de esos chicos..... ¿Por qué?.
Amaneció. Lluvias y claros se peleaban por el dominio del cielo. Jeremías fue solo a su trabajo y regresó temprano. Trajo carne. Se puso muy contento cuando vio que Bucanero estaba contando chimes a Caco y se reían. Se abrazaron.
La noticia pronto se corrió por toda la parroquia; y de tarde todos los amigotes, incluido Micifú, fueron a visitar a Bucanero. Jeremías les preparó una gran fiesta; los dejó solos; se mondaba de risa, cuando
Bucanero y Caco contaban la historia, muy adornada de imaginación y chistes contra los moteros.
Había un cachorro nuevo y Micifú le arañó el rabo y las orejas. Este, enfadado, le mordió el rabo..¡La que armó con sus miaus y lloros!
Jeremías le hizo la cura y le puso una venda en la herida. Volvió a echar un fú a los perros y recibió bronca; pero Bucanero puso paz y las cosas volvieron a su cauce.
Ya se hacía tarde; todos se despidieron y se fueron haciendo trastadas.
Caco y Micifú iban hacia su casita, discutiendo.
- Eres un gato maleducado y metido. Te estuvo muy bien que te diera el mordisco.
- ¡Miau! Mi rabo, tengo pupa, tengo pupa.
- Lo que tienes es una jeta de aúpa; ahora no vayas con los mimos a Mamá Luisa y no te hagas la víctima.
Llegaron a Casa; Micifú fue al colo de Mamá Luisa, lloró, enseñó su pupa y contó los hechos al estilo Bono; Simón y Caco se partían de risa.
- Miau, un perro gamberro me mordió el rabo. ¡Mira que pupa! Y Caco le dio la razón al asqueroso perro y me echó una bronca.
- Micifú, ya te lo dije. No te puedes meter entre gente que no te comprende; además los perros son de otra manera de pensar.
- ¡Miau! Mira mi colita; menos mal que Jeremías me hizo esta cura con este lacito.
- No seas mimoso; Ya ves cómo te quieren. Pero mañana yo te haré las curas y tu colita no tendrá más dolores.
- Miau.... Caco no me defendió, les dio la razón.
- Harías una de las tuyas; yo soy mujer, pero no idiota.
- ¡Miauuuuu!
- ¡Si! Es mejor que cenes y te vayas a dormir. Mientras voy a ver donde están Simón y Caco.
- ¡Miau! Seguro que diciendo que soy un mal gato, u otras cosas.
- ¿Sabes? Parece que tiene razón Caco; que eres un churimicas; que tratas de hacerme carantoñas para justificarte, pero en esto no entro; Habla con Caco y a ver si os ponéis de acuerdo.
En el Jardín Simón y Caco estaban contando todo lo acontecido; lo bien que estaba Bucanero, la fiesta que les había dado Jeremías, y la poca vergüenza de Micifú. Llegó Mamá Luisa y puso orden en su casa. ¡Todos a dormir!
Nadie opinó. ¡Como es sexo femenino! Micifú se fue a dormir con Caco y Simón con su Mujer.
Cuantas criticas sobre el machismo, su soledad, que se preocupaba más de los animalitos que ella y otras muchas cosas. Simón aguantó el chaparrón y durmió con dolor de cabeza. ¡Las mujeres son el futuro de la humanidad! Eso pensaba Simón, no por su inteligencia, pero sí por su terquedad y por su perseverancia.
Micifú no dejaba dormir a Caco, llorando por la pupa; Don Cuervo, que llegaba de juerga verbenera, entró en la casita y se partió de risa. Micifú se enfadó mucho.
- ¡Fu! Cuervo borrachón. ¿No sabes el cabreo de tu esposa?
- ¡Ay! Pobre de mí
Don Cuervo chocaba con las ramas de los pinos. Estas protestaron, despertando a Doña Cuerva y sus hijos. Fue bien recibido en su nido, la alabanza más pequeña fue: ¡Cuervo borrachón!
Caco y Micifú se partían de risa, oyendo las discusiones de sus vecinos de arriba, y las palizas que recibía Don Cuervo por golfo y otras cosas.
Pronto se cansaron...; se durmieron.
Pedro de Lorenzo y Macías.