María Rey
Eterna mamá
Mi madre se ha ido. Y se ha ido la madre de Alex y de Julia. Y la abuela de mis hijos y de mis sobrinos. Pero sobre todo se ha ido el amor de mi padre. Se ha ido sabiendo cómo la queríamos, porque mi madre ha sido feliz. Ha sigo feliz en una Pontevedra por la que le gustaba caminar. Una Pontevedra que le sonreía cuando salía a la calle, cuando se lucía de la mano de mi padre.
Mi madre me enseñó a querer a esta ciudad. Sus calles, sus tiendas, sus plazas, sus piedras, sus muros, sus jardines. Me enseñó que Pontevedra es más que un grupo de viviendas. Es una ciudad viva que pertenece a los que vivimos en ella. La trató bien, la mimó y la quiso. Mi madre no necesitó más para ser feliz.
Nos deja una herencia inmensa, la bondad, el tesón, la lucha incansable, la humildad y la lealtad. Nos enseñó cómo tiene que ser una familia y nos preparó para seguir viviendo sin ella. Seguir sin ti se nos va a hacer un mundo, pero lo vivido contigo lo ha sido todo.
Mis hermanos y yo nos cogemos de la mano de mi padre, y nuestros hijos se suman a la piña que ha creado mi madre. Seguiremos peleando juntos por un mundo sencillo, donde lo que importa sea hacernos felices unos a otros y cuidarnos y luchar por mejorar cada día. Donde dejemos atrás lo tóxico, lo absurdo y lo necio.
Mi madre ha hecho mejor nuestro mundo y nosotros seguiremos su ejemplo. Te disfrutamos, te amamos, te queremos. Y así será cada uno de nuestros días.
Sonríe rubia, sonríe porque no pudiste hacerlo mejor.
Te quiero