Pedro De Lorenzo y Macías
Caco. La marquesa y amigas de Mamá Luisa
Llegó la tarde; era soleada y muy apacible, grata para disfrutar en un jardín tan acogedor, como el de Mamá Luisa. Pronto llegaron las realezas, llenas de potingues, trajes de moda, parecían todas unos esperpentos, pero la feminidad es así.
Mamá Luisa las recibió muy alegre; las acomodó en el Jardín, y pidió disculpas porque estaba ultimando la merienda.
Los animalitos estaban todos al acecho, observando y pensando en alguna de las suyas.
La Marquesa, que era la que menos dinero tenía y se alimentaba a cuenta de las incautas, invitándose a las meriendas, ya que su presencia era de una realeza muy alta.
- Mucho perdió Luisa, viniendo a vivir aquí. Viste como una pueblerina. La culpa es de ese marido que tiene.
- ¡Es verdad! Ahora tenemos que venir en Bus para la merienda, menos mal que es una de las mejores.
- ¡Ja! Las mejores las organizo yo, ella no es más que una simple plebeya.
- ¡No hables así! Ella es una mujer muy inteligente y de buen corazón.
- ¡Bah! Es estúpida, mira que casarse con un médico cuando pudo casarse con un hombre de una familia honrosa.
- Pero, ahora, esa familia está arruinada.
- Dejaros de parvadas, aquí venimos a merendar y a enterarnos de lo que pasa en esta zona.
Los amigos de Mamá Luisa, oyendo estas conversaciones, se enojaron y todos querían tomar parte en semejante ultraje. Caco los tranquilizó y con flema fue al encuentro de ellas; al verlo le echaron unos buenos piropos y los agradeció con unos petardos zorritos de Pepiño, que casi todas se asfixian.
Micifú y los cuervos hicieron acto de presencia y con sus encantos alegraron la tarde a la monárquica visita.
Mamá Luisa llegaba con la merienda, pero la nobleza se excusó que tenían otro compromiso y tenían que irse. Se despidieron muy afables y cada una iba rumiando sus desesperanzas.
A Mamá Luisa le entró la risa y compartió la merienda con todos y con Simón que llegaba. Fue una merienda graciosa, contando todo lo que hicieron sus animalitos para librarlas de tan alta compañía.
Simón se escojonó de risa y felicitó a todos; por fin no vería a tan ilustre compañía en su casa; pero, ¡Ya!, los iban poner a caldo en toda la zona, que era muy limitada, dominada por unos esperpentos viviendo de su pasado.
Caco besó a Mamá Luisa y Simón; dijo que iba dar una vuelta con sus amigos y que, por favor, vigilasen al golfo de Micifú.
Este se enfadó, pero Caco con un GUAU severo puso orden, y todos se rieron.
Micifú, haciendo el payaso y gesticulando como Zapatero, les contó que él era el que había ingeniado la estrategia contra las damas abusonas, que solo venían a merendar y a criticar a todo el mundo. Puso tanto énfasis que Simón casi se mea de risa.
Pero a Mamá Luisa no le gustó demasiado.
- Micifú, eres un cuentista y solo sabes hablar, contar trolas y nada de trabajo.
- Miau! Yo trabajo mucho.
- Pues demuéstralo; vete al jardín y vigila que no entren bichos raros en él,
- ¡Fuuuuu!
- ¡Ah.! ¿Te enfadas? Te quedas sin higos.
- ¡Miau!
- Eso ya está mejor; anda vete a tu trabajo y no te metas en los asuntos de los mayores. Cierra la puerta cuando salgas.
- ¡Miau!.
- Creo, querida, que fuiste un poco injusta con Micifú. El solo quería agradar la velada.
- ¡Si! A Cuenta de mis amigas.
- ¿No te entiendo?
- ¿Crees que ellas se van a dar por vencidas? No las conoces. Organizarán meriendas en el Galicia Palas, en el Parador, Casino, o cualquier otro establecimiento de glamour.
- Esto me da mala espina. Tú lo quieres es ir a esas reuniones y así airearte un poco y cambiar de vestimenta, pues ya te veo comprando modelos de alta costura para dejarlas sin habla.
- La verdad que eres odioso. Yo no dije nada de comprar y de asistir a esas reuniones, pero terminaran obligándome.
- Verás, luisa. Voy al jardin a junto Micifú; seguro que tú las llamarás para preparar alguna de las tuyas.
- ¡Oye! Nunca te eché nada en cara, pero tengo muchas cosas que no las olvido...
- Vale, cariño. Lo que hagas me parece bien. Voy con el gato, así te doy tiempo para que tomes tus sabias decisiones.
Tan pronto como salió Simón. Mamá Luisa llamó al móvil de las generalas, y les invitó a una merienda en el Galicia Palas para el jueves próximo. Todas quedaron muy contentas y se excusaron de su falta de cortesía. Le dieron al trapo lo que quisieron.
- Micifú, no estés roñoso. Las mujeres son muy suyas y muy inteligentes; creo os dejaron participar para lograr que las meriendas sean en otro sitio. ¿No lo ves? Mamá Luisa lleva media hora hablando por teléfono, y creo que esto nos va costar un dineral.
- ¡Miau, miau!.
- No seas mimoso; las mujeres se enfadan por un motivo singular, pero después ya vuelven a ser cariñosas. A ti te quiere mucho Mamá Luisa y Caco, y la Familia Cuervo, a pesar de las gatadas que haces.
- ¡Miau!
- ¡Está bien! Vamos los dos a vigilar y echar un ojo por todo el jardín, ya que Caco estará con sus amigotes corriendo por las playas.
- Simón, como mañana tienes el día libre, puedes acompañarme al Corte Inglés, para renovar mi vestimenta.
- ¿A qué viene eso?.
- Pues mis amigas me invitaron para el próximo jueves a merendar en el Galicia Palas, y no voy a ir como una facha.
- ¡Ya, ya!. Pero tú pagarás la merienda.
- Yo no te echó en cara lo que tu gastas en coches, tabaco, y cenas con tus amigotes. Creo que tengo derecho a estar con mis amigas.
- ¡Claro que si! Pero no entiendo porque planeaste el no hacerlas aquí.
- Tú quieres tenerme como una esclava y cautiva en casa. No sé cómo te aguanto. Adiós.
- ¿Ves, Micifú? Yo tenía razón; ahora me toca todos los jueves ir a Pontevedra. Con lo bien que se está aquí.
- ¡Miau!
- Tú no quejes, quedarás con tus amigos, pero yo voy a tener dolor de cabeza. Anda, vigila el jardín.
Simón entró en la casa y Mamá Luisa se hacía la mártir, pero al final consiguió lo que quería. Simón encendió su pipa y leyó unos ensayos sobre la feminidad, pues ningún sabio pudo definirla.
(Continuará el próximo lunes)
Pedro de Lorenzo y Macías.