Pedro De Lorenzo y Macías
Las aventuras y desventuras de Chicho Raposo. Primer episodio
¡Ya agosto se va a su descanso anual! Me encuentro a Chicho en el patio que une el Monasterio de Poio con la Hospedería, antes, Colegio de filosofía y teología.
Está absorto, pensativo... ¿tramará alguna de las suyas? Ha enriquecido el vocabulario de nuestras lenguas: "Chichadas, sinónimo de travesuras".
Me ve. Como de costumbre, comenta su caminar, lleno de tiernas e históricas "chichadas". Y me dice...:
¡Vamos a aclarar los hechos! Nací en Arzúa, un 27 de enero de 1946; fuimos diez hermanos. Me pusieron, es decir, me bautizaron con el nombre de Luis Jesús; Raposo, por parte de padre; y Rodríguez, como es lógico, por parte de mi sufrida madre.
Pero, desde tiempos inmemorables, mi hermano mayor, que me llevaba un año y casi apenas hablaba, empezó con "Chichí" y ya me quedó Chicho. Lo de Raposo, no sólo fue por el apellido; me lo asignaron por las diabluras de crío. ¡Verás! Era un pedazo de pan; me encantaba jugar con los amigos, casi siempre en la calle, y estaba en casi todos los líos, me acusaban de todos los problemas
estuviera o no presente. ¡Cuántas collejas recibí de mi paciente padre!
Recuerdo en una ocasión, creo que con 14 años, que estaba enfermo de anginas, me pasé 15 largos días en cama y cuando llevaba cuatro o cinco días enfermo vino una vecina a junto de mi
madre: "Maruxona, o teu Chicho acaba de romperme un cristal da porta". Y le dijo mi madre: "Desta vez equivocácheste, porque Chicho está na cama, pero deixa que vou ver se segue alí".
Lógicamente, estaba en cama y todavía me faltaban 10 días más.
¡Muchos dolores de cabeza, le di a mi madre! Era muy comilón y muy movido. La pobre, a la hora de comer, me mandaba a jugar a fuera. Comían primero mis hermanos; luego, me llamaba. Comía lo
mío y las sobras de los otros platos. ¡Esa era la razón de comer en solitario! Temía que dejase sin comida a mis hermanos. Creo que exageraban un poco. ¿Ya te estás riendo? Sí, es cierto. Me
zampaba todo lo que encontraba delante. Pero de ello, hablaremos en otra ocasión.
¡Cumplí 16 años! Finalizaba el tercero de bachillerato, a cuenta de las collejas, ya que entonces, era poco amigo del estudio. Me encantaba jugar al fútbol y con mis amigos. Ellos, la mayoría, se
fueron a estudiar fuera; me quedé bastante solo.
Me invadió cierta tristeza, ya que, sin mis fieles camaradas, Arzúa no era la misma; se hacía monótona, aburrida. En casa se extrañaban de mi presencia casera. Llegaron mis primos mercedarios, y me animaron a que estudiase en la Orden de la Merced.
No tenía ni remota idea de lo que eran los Mercedarios ni de sus colegios. A ver... Iba y ayudaba a misa, ya que el párroco me tenía aprecio y me obsequiaba con alguna que otra propina, aunque lo que más llevé, fueron golpes de campanilla en la cabeza. Pero de conventos, no sabía nada de nada. Hablaba mi madre de ellos. ¡Ya sabes! No me enganchaba.
¡En la comida! Esta vez me dejaron estar presente y no esperar al segundo turno. Mis primos vestían de blanco y llevaban un escudo muy chulo. ¡Eran la admiración del pueblo! Puntualicemos, en aquellos tiempos. Les pregunté: ¿En Sarria hay jóvenes? ¿Juegan al fútbol? Dijeron que sí y que jugaban muy bien y practicaban otros deportes.
Salí a la huerta. ¡Cosa rara! Reflexioné y me dije: "Chicho, no pierdes nada. Mira que ventaja; un montón de chicos y que les encanta jugar al fútbol". Entré en casa y dije: "Me voy a estudiar a Sarria, con los Mercedarios". Mi madre me besó, derramando lágrimas de alegría y mi padre sonrió, ya que tenía la mano cansada de tantas collejas. Así, de esa manera, inicié mi andadura en las enseñanzas mercedarias.
¡Una fiesta de despedida! Estaba muy desconcertado. Todo el pueblo me halagaba, me obsequiaban con regalos. Los más contentos eran los que más me criticaban. ¡No lo entendía! Felicitaban a mi padre: "Rafael, que alivio para ti y para nosotros; ¡Pobres frailes!"
Pasados unos años, comprendí su euforia: "celebraban la tranquilidad con mi marcha". ¡Cómo sufrieron cuando volví! Y, gracias a los mercedarios, bastante limado y encauzado; pero algo siempre queda de nuestra naturaleza.
Un 23 de septiembre mis padres me llevaron a Sarria, en la víspera de la Virgen de la Merced, nuestra fundadora y patrona. Al llegar, ya atardecía; vi muchos chavales entrando en un gran salón. Me
despedí de mis padres: "Yo, me quedo. Podéis marchar". Ellos hablaron con un fraile, dejaron mis cosas; se fueron. Entré en el salón. ¡Qué maravilla de escenario! ¡Estaba la Banda de Música de Sarria, alegrando las "Fiestas de La Merced! Los frailes, serios y atentos; los chavales, muy modositos, tranquilos y disciplinados. Iniciaron el concierto y me fui animando; recordaba las fiestas de Arzúa. Tocan: "Si Adelita se fuera con otro". No sé lo que me pasó; había una escoba abandonada, la cogí y bailamos ante todos los espectadores, que no los conocía, ni ellos a mí. ¡Esa fue mi entrada triunfal en la Orden de la Merced!
Todos los postulantes, (eran estudiantes para ser frailes), se acercaron y me preguntaron: ¿Juegas al fútbol? Claro, sí. ¿Eres defensa? Juego en todos los puestos, menos de árbitro; no quiero que insulten a mi madre.
¡Ya no solo era conocido en todo el colegio! También en Sarria; los primeros días fueron novedosos y muy provechosos en deporte y paseos. Pronto tuve que adaptarme a la puntualidad; ésta la imitaron los ingleses de nosotros. Levantarse muy temprano, asearse y vestimenta. Había que dejar la cama tan bien hecha que pudiese rodar una verde manzana por ella; la taquilla, tenía que estar en perfecto orden; la puntualidad y disciplina imperaban en el colegio.
¡Ya estás de marujona! ¿Sabes lo que sufrí para adaptarme? Era ya un mozo y los estudiantes, aún un poco niños. Decidieron que hiciese en ese año dos cursos, para convivir con los más cercanos a
mi edad. ¡Nunca estudié tanto en mi vida! En los mercedarios el bachillerato contenía las enseñanzas de letras y ciencias: latín, francés, matemáticas, física, química, griego, e incluso inglés y las demás disciplinas.
¡El sistema de estudios era genial! Los de curso superior, en horas establecidas, ayudaban y explicaban a los de curso inferior las materias en las que teníamos dudas. ¡Las mías, enormes! Me cogieron por banda Arsenio y Justo, entre otros. Me hicieron chantaje: "O aprendía lo que me explicaban o me quedaba sin jugar al fútbol". ¡No pongas esa sonrisa de crítico nefasto!
Actualmente Arsenio es el Prior de este Convento y Justo es el Padre Provincial de la Merced. Les interrogas y ellos te contarán. ¡Sé que te fastidia! Logré, gracias a ellos, superar los dos cursos.
¡Hablas más que el presidente, cuando arenga a los españoles en sus comparecencias! ¿No hemos quedado en que nos explicases el origen del corto gótico "El crucifijo? Sigues como siempre. No me has dejado formular ninguna pregunta, sobre Rey Soto, su codicilo; su estancia en este monasterio, la amistad y paternalismo con Castelao, qué opinas de la filmación de este corto.
¡Verás, escribano! Antes de narrar los hechos, hay que explicar a los lectores las causas, circunstancias que dieron lugar a los acontecimientos. Recuerda a Aristóteles "Causa y efecto". Mira, ya es hora de comer y la puntualidad es primordial. El próximo día te explico todo. ¡Vamos que nos dejan en el claustro! Ya habrá tiempo para hablar del corto, que se rodó en este monasterio.
Aplazado los festivales de Cans y otros, hay días para responder a tus interrogatorios.
¡Una ráfaga ante la comida! Desde las enigmáticas escalinatas del siglo XVII, me increpaba. "Aprisa. Ya tocó la Campana". Sigue con el mismo duende. Nos contará y mostrará la belleza de este monasterio. En el Corto Gótico el monasterio de Poio muestra su gran exquisitez arquitectónica y los lances del rodaje: EL CRUCIFIJO, basado en el enterramiento de Antonio Rey Soto. Dejamos este enlace.
Pedro de Lorenzo y Macías.