Juan de Sola
Inhumanos caracteres
La consternación se extendió como un reguero de pólvora un miércoles de julio, a última hora de la tarde. Un endemoniado tren irrumpía en la plácida vida de los gallegos a una velocidad indeseada. Y reventaba por el aire incontables proyectos y esperanzas de muchas personas. Todo eran planes, deseos e ilusiones de pasar unos días en Galicia. Los más jóvenes viajaban con la intención de capturar momentos de diversión. Mientras que los más entrados en edad buscaban un nuevo rencuentro con los suyos; sin duda, son fechas para ello.
Pero, en una curva ferroviaria, próxima a la bella capital de Compostela, acabaron descarrilando 78 vidas. Lo que debía acabar bien se quedó a pocos kilómetros de su destino. En medio de unos fríos railes: drama y resignación. Y, ahora, solo un gran número de preguntas que no encuentran la respuesta precisa.
Proliferan los minutos de silencio por cada esquina. Nadie es ajeno a que podría haber cogido o ir en ese tren. Por un segundo, suspiran con cierto alivio de no tener que lamentar lo peor. Una y otra vez, las imágenes o sonidos de las últimas horas nos recuerdan que ayer éramos unos pocos más que hoy... Nuestra mente colectiva sufre continuas e incontrolables convulsiones al volver a visualizar los doce segundos de grabación de una cámara de seguridad, ubicada a un centenar de metros de accidente, captando justo el momento en el que se rodaron las peores escenas.
Y, en un desesperado paseo por las redes sociales, tratando de encontrar un cierto consuelo en los mensajes de solidaridad, nos azota la conciencia dos tweets de un tal José Bernal (@JeSu989): Joder no sabía que había 50 muertos en el accidente del tren Aunque si son gallegos tampoco importa mucho.
En un principio, se recrudece un sentimiento de indignación e ira por tal inhumana forma de comportarse ante uno de los peores sucesos registrados en la historia de la red española. Posteriormente, comienzan a llegar réplicas de censura, denuncia y otra serie de intenciones nada recomendables para el propio autor del mensaje.
Al parecer, desgraciadamente, estudia periodismo en la Universidad de Sevilla. Cursa tercero. Y nuestras dudas profesionales van creciendo a medida que pasa al tiempo. En el supuesto que se gradúe: ¿Qué clase de espectáculo nos espera? A la vista de su tolerancia y empatía con los acontecimientos: ¿Qué calidad informativa puede aportar para construir una convivencia democrática?
Entre todas estas reflexiones, la cuenta del susodicho escupe otro comentario igual o peor: "Si los gallegos ya eran tontos de por sí, imagínate ahora que mezclan todos su sangre, de ahí puede salir algo muy feo". Por instante, la impotencia se adueña de la comunidad. Hay quién, incluso, sugiere un endurecimiento de la legislación por esta clase de actuaciones públicas. Otros prometen un rato de violencia.
Pero, algunos pensamos que con una denuncia, al igual que indiferencia social, es suficiente castigo ante una carencia tan absoluta de humanidad en 146 caracteres compartidos en el timeline de Twitter.
El tiempo se ocupará el resto.
26.07.2013